sábado, 19 de octubre de 2013

El cara libro...

Hay que pensar que facebook es simplemente una herramienta, en ningún caso una forma de vivir, ni un estilo de vida y si así fuera, tendríamos que plantearnos a diario qué hacemos aquí, tal vez por esa razón, ya he desactivado mi cuenta en dos ocasiones y no descarto una tercera y definitiva, pero para hacer eso tendría que tirar también el móvil o eliminar mi correo electrónico o patear al whatsapp, esto merece estudio aparte. Estamos in o out, no hay término medio. Desprogramarte es casi imposible, serías un individuo analógico, o un bicho raro, un eremita, o un paria, Necesariamente no somos lo que podamos transmitir en facebook, la realidad cotidiana colectiva e individual puede resultar mucho más enrevesada y rica en matices, tampoco somos todo lo que escribimos, jugamos un rol necesario en una sociedad virtual. Todos posiblemente hayamos pensado en alguna ocasión que estar presente en esta red social es perder el tiempo miserablemente, que se generan hábitos poco saludables, uno pasa demasiado tiempo frente al ordenador sentado o pierde la vista frente al móvil igual que antaño lo hacía frente al televisor, uno se expone a perder la privacidad, a ser blanco de dardos, uno se desnuda o juega a crear estados de opinión y ánimos, uno se sienta frente al monitor dispuesto a recibir una realidad alternativa que dote de significado la ausencia de cosas extraordinarias, los huecos que no rellenamos por nuestro día a día, por nuestro trajinar, por nuestro quehacer cotidiano. Uno multiplica su ansiedad buscando a veces comunicaciones y comuniones inmediatas, otro se desespera porque cada día recibe invitaciones a hacer likes o se siente impelido a ello, por una acción que en muchos casos tiene más que ver con la simpatía, con no perder la cara o con la adhesión a una causa presumiblemente común, que con el contenido de lo que quieren compartir con nosotros; " Zutanito Menganez te ha invitado a que indiques que te gusta su página ## Me gustan las bicicletas sin sillín### "Fulanez te ha invitado a que indiques que te gusta su página ###Yo también odio al perro de mi vecina que alivia siempre en la rueda de mi coche###". El cara libro nos va engullendo, atrapando y nos conectamos a plena luz del día a cara descubierta o con nocturnidad y alevosía para oír música, para chatear, para cotillear, para ver que puso mengana o comentar la entrada de zutano y nos pasamos las horas muertas incrementando de forma inconsciente la mecha que propaga nuestra curiosidad, nuestra alienación, nuestra pertenencia a este mundo virtual diseñado a nuestra imagen y semejanza volcando en él nuestros sueños, ilusiones, gustos, proyectos, inquietudes, pensamientos, ideas, reflexiones, éticas y estéticas. Un diario de actividades jugoso, un show de truman, un gran hermano, una tertulia agresiva, un debate interesante, una banalidad supina, un glosario de quejas, un resquicio al humor, a la pasión, un guiño al saber, un volcado de información a veces veraz, a veces falaz, una punta de iceberg de algo mayor que subyace y que vamos soltando poco a poco, sin darnos cuenta, por activa o por pasiva, con más exposición o con menos exposición.Si estás aquí a menudo, sabes de qué hablo.

viernes, 18 de octubre de 2013

Silencien, taponen, encierren...

¿No os produce miedo y rechazo sentir que estamos dominados y gobernados por monigotes que nosotros mismos hemos aupado al poder? ¿Que todos estos políticos, de un signo u otro, terminan persiguiendo y acatando los mismos fines oscuros de quienes mueven sus hilos? ¿No os da tristeza comprobar en qué estado lastimero y postrado ha quedado esta vejada, pisoteada, vapuleada y denostada democracia que hace 36 años nos sedujo con cantos de sirena, esa que nos hablaba de igualdad, de libertad, de fraternidad, de solidaridad, dignidad y trabajo para todos? ¿No os hierve la sangre comprobar como imponen un nuevo orden y nos anulan cada día un poco más? ¿No sentís como involucionamos y como son tratados en los medios y en la vida quienes disienten y van contra corriente? ¿Acaso no habéis advertido como dosifican desde hace unos años cada cercenamiento que hacen de nuestras libertades, de los derechos que costaron siglos, revoluciones y mucha sangre instaurar? Os engañaron como a niños, os hicieron comprar casas que no necesitabais, coches caros, os abrieron sus puertas y ahora os la cierran en las narices, ellos nunca pierden, solo ellos han sido rescatados para lavar sus sucios negocios, sus cuentas que no cuadran, sus agujeros negros, sus conexiones con la política y con la mafia. ¿Acaso no os dais cuenta que está desapareciendo la clase media? ¿Que el mundo se está llenando de pobres, que se llenan los comedores sociales, que la gente zumba y revolotea alrededor de los contenedores y los cubos de basura como antes lo hacían los perros y las ratas?
El señor c de ningún partido voceaba esto a pleno pulmón en la plaza de la ciudad y sus únicos altavoces eran su garganta, sus cuerdas vocales, sus pulmones, la multitud revoloteaba con bolsas y prisas, pero un gran corrillo de curiosos se formó en torno a él. No en vano era Navidad, en esos días lo primordial era comprar, pero también observar y aquel discurso parecía del interés de unos pocos. Su voz se apagaba entre los villancicos navideños que salían por los altavoces de los grandes almacenes X y por las sirenas de policía que cada vez sonaban más cerca. El impacto del discurso caló hondo en algún joven, que oía con delectación a aquel profeta de barba larga y pelo canoso, que hablaba con parsimonia y precisión, con los ojos mirando al cielo y tal vez por eso y porque seguía hablando sin parar dando razones y razones que parecían no tener fin, no advirtió o tal vez sí, como unos individuos vestidos de paisano, se acercaban a él y en volandas lo llevaban al furgón policial. El profeta no opuso resistencia, aquella noche por fin dormiría y cenaría en el calabozo, y tal vez con suerte los próximos días, llevaba demasiado tiempo haciéndolo en el cajero del Banco S.

martes, 15 de octubre de 2013

El mar, la mar...

Unas olas gigantescas te zarandeaban arremolinándote con fuerza a la orilla. El sol se ocultó tras unas nubes pasajeras de verano. Me gustaba enzarzarme con las olas, batallar con ellas y cuando ya estaba exhausto, abandonarme a su poder incansable, a su salvajismo preciso y matemático, dejándome llevar por ellas de forma violenta a la orilla. Fue el primer día que descubrí su poder, que aprendí a amarlas, a apreciarlas, a temerlas, a conocerlas, a disfrutarlas. Y empezar otra vez a pelearme, a gritar a las olas, a provocarlas, pero no parecían advertir mi presencia, acaso no querían oírme, yo era insignificante para ellas, no me daban un respiro, me escupían con espuma blanca, me abofeteaban el cuerpo entero, se reían de mí con su rumor infinito, con su grandeza inconmensurable. Y sobre la orilla mientras seguía abandonado, las olas me cubrían entero, me golpeaban y me arrastraban sobre el reguero de conchas muertas,vacías y sin vida, fósiles marinos. Y de nuevo salía el sol y empezaban a reverberar las conchas muertas y a llenarse de luz y cegarme, cobrando vida a mis ojos, su gama de colores plateados, dorados, blancos, nacarados, negros, ocres, marrones, rojizos, azulados, arenosos... Un día albergaron vida y ahora estaban vacías, cientos de miles de conchas muertas sobre millones de granos de arena, cuanta muerte y cuanta vida en el mismo lugar, en el mar, en la mar. Entonces yo no comprendía nada, únicamente veía belleza, el mar era belleza, grandeza, furia, pura vida y diversión. Sólo los niños recogían las conchas para mirarlas y las guardaban en sus cubos como preciosos y preciados tesoros, sólo los niños se quedaban perplejos admirando sus formas geométricas, sus colores, sólo ellos las guardaban y a veces las pintaban de colores guardando un trozo de verano el resto del año, sólo los niños jugaban con la arena a hacer castillos, piscinas, agujeros, canalizaciones, sólo los niños se enterraban en la arena y a veces probaban el sabor salado del agua. Sólo los niños y yo que también era niño entonces, soñábamos con volver al mar cada verano, sólo los niños temblábamos de emoción la víspera de salir para la playa.

jueves, 10 de octubre de 2013

Tiempos jodidos

- Vivimos tiempos muy jodidos. Sentado en el banco de la plaza no paraba de gesticular con sus manos, las venas de su cuello se hinchaban, el tono de su voz aumentaba por momentos, su sangre corría vertiginosa hacia su rostro. Había sido administrativo de una inmobiliaria. - La culpa de toda esta mierda que nos llega al cuello la tienen los políticos, todo lo que han robado, todo lo que han estafado, todas sus prebendas, todos sus desfalcos, todas sus pestilentes corruptelas, toda su puta insolidaridad. El otro, su compañero de banco, (bonita palabra cuando se refiere a asiento), escuchaba con cierta desgana simulando interés por educación, pero aquello para él, era el pan de cada día, como si oyera llover. Tenía la teoría que la gente estaba ya insensibilizada de las desgracias ajenas, bastante tenían con atender las propias. Sin embargo, nuestro quejoso amigo seguía despotricando contra el sistema, que su oyente estuviera a su bola o ajeno a su cuitas y miserias era algo irrelevante, el seguía hablando, vociferando, clamando, precisaba su ejercicio de catarsis... - Ahora estoy desempleado, pero me he llevado cotizando 30 años a la seguridad social y ¿qué es lo que me dicen a mis 54 años? Que no hay trabajo para mí, que actualice mi currículum, que me siga formando, que pague el IBI, la luz, el agua, las lentejas mías y la de mis hijos, sus estudios, sus gastos... ¿Cómo puedo hacer eso con 426 euros al mes? Ya he agotado la prestación por desempleo, estoy enfermo, no duermo por las noches, tengo depresión, hipertensión, reuma y el mismo follón bendito¡¡¡ Mi mujer que limpiaba en casa, desde hace un tiempo lo hace por las casas ajenas a 6 euros la hora y encima hablan de esto como economía sumergida este puto desgobierno que amnistía a los evasores, que condona a los estafadores, que hace la vista gorda con quienes se apropian de lo ajeno vestidos con corbata y aderezados con gomina frente a un ordenador... Una solemne cagarruta para ellos, a mi mujer le duelen los huesos, está reventada y gracias a ella y a la limosna que me da el gobierno, podemos medio comer. Y ahora nos llega el IBI de la casa, el impuesto del vehículo que apenas cojo porque no tengo ni para gasoil, que dicho sea de paso, está a precio de aceite de oliva virgen extra, la hipoteca, el seguro del coche cuyas ruedas están lisas como para correr en Monza, tengo que pasar la ITV, la batería me falla y encima se cagan encima de él todas las palomas de la ciudad... El amigo solterón encendía otro cigarro, el cuarto de la mañana, mientras el otro seguía con su rosario de quejas. Tomar el sol en aquella plaza tenía ciertas contraprestaciones. Por no hacerle el feo guardaba silencio y pensaba de forma positiva que oír a su amigo no tenía precio, era una auténtica inyección de moral para él, que no tenía ni hijos, ni mujer, ni coche, ni casa que mantener, era un feliz cuarentón largo y pensionado que vivía con su madre viejita, que aún seguía cuidándolo como un niño. Algo cimbreó los cimientos de su confort con el quejido monocorde de su amigo, una luz entró por su cerebro aletargado, una revelación estalló en su entendimiento. Se vio a sí mismo en unos años, muy pocos, aquejado de cualquier enfermedad, sin su madre, sin familia, sin nadie a quien oír ni nadie presto a escucharlo en las largas noches de invierno, entre lectura y lectura de sus libros polvorientos, entre las noticiarios de la tele y los programas de carrusel deportivo, entre su música y sus viejas películas, rodeado de objetos inanimados, inertes. Al día siguiente salió a andar al alba, compró un cachorro, lo llevó al veterinario, le puso un collar y un nombre, dejó de fumar, se hizo colaborador de Intermom Oxfan, de Unicef y de Cáritas, se apuntó a clases de baile, empezó a cuidar su alimentación y a vigilar la salud de su madre. La ayudaba aún más de lo que hasta entonces lo había hecho. Se abrió una cuenta en E-Darling, insertando una foto de 10 años atrás, se creó un perfil en facebook y otro en twitter, puso un anuncio buscando una compañera de viaje. Seguía saliendo a andar al alba, a las afueras de la ciudad. Un sábado entre la espesa niebla, al amanecer, un coche negro tuneado lo atropellaba mortalmente, dándose a la fuga. Precisamente, vaya jodida mala suerte, ese mismo día había quedado para almorzar con una bella y joven rumana de ojos verdes. Y aquí termina la historia de alguien que tomó un pasaporte a la nada, creyendo haberse asegurado, su futuro inmediato. El Limb0

martes, 8 de octubre de 2013

El café de los desenamorados

Todo tiene fecha de caducidad, hay sentimientos de quita y pon, nos enamoramos y nos desenamoramos. Nos ilusionamos y nos desilusionamos, lo que un día nos parece bello y atractivo con el pasar de los años, lo encontramos aborrecible, prescindible, lo que antes nos unía ahora nos separa, lo que un día nos desataba la sonrisa, ahora nos hace brotar las lágrimas o una mueca de hastío. Hay personas que sobreviven a la segunda fase con el recuerdo de la primera, personas que mascan la monotonía de los días grises, que se aferran a algo que se perdió, a algo que se ha perdido ya de forma irreversible. La primera fase a veces deja reproducciones del amor y entonces todo se magnifica aún más y todo cobra un nuevo sentido, dejamos de ser nosotros para ser para otros, para esos locos bajitos y esto nos da una tregua, pero la angustia está latente, vive dentro de una misma. En este tercer o cuarto encuentro, su amiga perdía la mirada en el color oscuro del refresco mientras le trasladaba todas sus reflexiones vitales, su experiencia del amor con los ojos vidriosos, creo que su pudor le impedía mirarle a los ojos, mientras le contaba todo aquello. El hombre se limitó a escucharla con mucha atención e intentó interrumpirla lo mínimo. Le gustaba su voz quebrada y la sinceridad y tristeza que emanaban de sus palabras. Siguió hablando la mujer, mientras el asentía con la cabeza, contándole cómo se enamoró y cómo se desenamoró y todas las veces que había pospuesto la decisión de abandonar todo y huir hacia delante. Encendió otro cigarrillo y dejó de hablar de sí misma, entonces clavando sus ojos en los de su amigo le preguntó a él, ¿ Y tú, por qué te desenamoraste? Y él empezó a contarle a su vez ... " Todo tiene fecha de caducidad ..." Cuando él acertó a decir que el amor era ciego y cuando no era ciego, era tonto, ella hizo amago de reírse, pero acabó dibujando con su rostro la resignación. Y así terminaron su breve pero intenso encuentro, y cada uno cogió su camino, despidiéndose con un beso cómplice que prometía nuevos encuentros. Creían saberlo todo el uno del otro, pero lo desconocían casi todo, y creo, que ambos secretamente, no tenían ningún interés en saberlo, sólo querían repetir otro encuentro que irradiara el mismo o parecido sentir, que el primer día que se vieron. El Limb0

sábado, 5 de octubre de 2013

Alguna vez existió la coherencia... Y nihil novi sub sole.

Un amigo me ha contado que un vecino le contó que conocía a un un anciano pescador que en una ocasión le contó que conoció a un tipo que en el transcurso de una fiesta navideña, tal vez embriagado por el champagne o por el vino, le confesó, que una vez supo de alguien que era coherente. Hablar de coherencia en una fiesta navideña es muy improbable, por lo tanto no sé si darle crédito a esta historia, pese a la inmensa sabiduría que atesoraba nuestro viejo pescador, según logré descubrir tras conocer, aunque fuera de oídas, tan extraño como sorprendente hallazgo. Pensar que alguien en algún lugar alguna vez hizo lo que decía, imaginar que en este largo y ancho mundo, en todas y cada una de las sociedades civilizadas, ha habido, existió alguna vez alguien coherente, que actuó como pensaba, que era íntegro, que plasmaba en hechos reales sus creencias e ideas, que no se dejaba manipular por las costumbres ni por los ciegos tentáculos de lo socialmente establecido, que a diario se enfrentaba a situaciones inevitables que podían resquebrajar la coherencia con la misma facilidad que un cuchillo se introduce en la mantequilla, pensar en el esfuerzo titánico de cada neurona y conexión cerebral al servicio de actuar conforme a lo que uno piensa que es correcto, íntegro y necesario, a sabiendas que terminarán crucificándote. Así pues, partiendo de estos pensamientos que me produjeron gran confusión espiritual y no menos desazón intelectual, junto con una enorme expectación por conocer en qué había derivado la singular "coherencia" de nuestro querido y anónimo personaje, me presté a investigar sobre él. Y fui a hablar con el pescador, para mi sorpresa se llamaba Simón, esto me hizo caer en la cuenta más tarde que nada es por azar, que parece que todo ha ocurrido una vez y vuelve a ocurrir siempre, que nada nuevo hay bajo el sol. Y que los libros del pasado narran lo que va a suceder en el futuro, ese lugar en el que todavía no estamos. Y Simón me contó que su padre le había contado, que a su vez a su padre le había contado su padre, y éste a su padre, y así sucesivamente entre varias generaciones de pescadores, llamados indistintamente Simón, Pedro, Juan, Tomás, Felipe, Santiago... que el hombre al que conocieron muchos siglos atrás, se llamaba Jesús y murió crucificado, y llenaron su cabeza de espinas y clavaron lanzas en su pecho y en su costado, en su corazón y los siglos posteriores hablaron de él como el Hijo del Hombre. En el Oriente se cuenta una historia similar, pero el personaje se llamaba Buda, el Iluminado, vivió 500 años antes de Jesús y murió a los 80 años tras una vida llena de vicisitudes en busca de la verdad, alcanzando finalmente la iluminación, su paranirvana. Por contra, nuestro Jesús, murió crucificado a los 33 años. Y hete aquí, de los pocos hombres que tenemos noticia en nuestros días que practicaron y buscaron la verdad y la coherencia y por esa razón, le han levantado templos y les han salido intérpretes que siguen o comercian con su nombre y desvirtúan sus enseñanzas a su antojo y es que todo se torna bajeza, cuando llega el arrabal del negocio, o cuando los intereses y el egoísmo se anteponen a los principios básicos. En el Limb0

miércoles, 2 de octubre de 2013

Trastorno neuronal transitorio, muletillas, tics verbales

Tal vez no se diera cuenta, pero cuando la conversación de turno derivaba por derroteros intrincados, alejados de los consabidos comentarios al uso de fútbol, de las aseveraciones tópicas y típicas de cualquier deporte, tenis, motos, fórmula 1, política nacional o temas más insustanciales y socorridos como el tiempo, nuestro personaje, de pronto, evidenciaba unas severas lagunas mentales. Hablando de historia, de cine, de literatura, de novelas, de personajes, de héroes y heroínas, de conspiraciones, de mafias, de conjeturas astronómicas, de hipótesis filosóficas. Su discurso perdía fuelle, su memoria renqueaba como un viejo motor de dos tiempos, confundía datos o aportaba apuntes erróneos como verdaderos pero sin demasiada convicción. De los anaqueles de su cerebro extraía datos basados en su portentosa memoria empleándolos viniendo o no viniendo al caso los mismos. Del mismo modo, apoyaba sus frases y argumentos en un ripioso y repetitivo "¿m'explico?, que lejos de otorgarle empaque y veracidad a su trastabillado discurso, hacia que adoleciera de previsible, aburrido y vacuo. A veces sustituía la muletilla, el tic verbal del ¿m'explico? por otro similar y con mayor nivel de zafiedad; "¿m'entiendes lo que yo te quiero decir?", giro martilleante que otorgaba un rasero de imbecilidad mayor al oyente, pues quien se prodigaba en tales giros, no solo daba muestras de su escasa seguridad oratoria, también ponía en entredicho la comprensión e interpretación que su oyente hacia de la misma. Y el oyente, bastante tenía con aguantar el rosario de datos inútiles e inexactos. Nuestro amigo, que se creía en posesión de un verbo y un conocimiento fluidos, se volvía aún más inexacto conforme aumentaba la ingesta de alcohol. Entonces se abrazaba a sus tics verbales haciendo de ellos el único faro que guiaba la chalupa gris de su verbo y el dardo de punta infecta, al pobre masoquista que estuviera dispuesto a oirlo, no ya armado de resignación supina, también de una educación exquisita.