sábado, 19 de octubre de 2013
El cara libro...
viernes, 18 de octubre de 2013
Silencien, taponen, encierren...
¿No os produce miedo y rechazo sentir que estamos dominados y gobernados por monigotes que nosotros mismos hemos aupado al poder? ¿Que todos estos políticos, de un signo u otro, terminan persiguiendo y acatando los mismos fines oscuros de quienes mueven sus hilos? ¿No os da tristeza comprobar en qué estado lastimero y postrado ha quedado esta vejada, pisoteada, vapuleada y denostada democracia que hace 36 años nos sedujo con cantos de sirena, esa que nos hablaba de igualdad, de libertad, de fraternidad, de solidaridad, dignidad y trabajo para todos? ¿No os hierve la sangre comprobar como imponen un nuevo orden y nos anulan cada día un poco más? ¿No sentís como involucionamos y como son tratados en los medios y en la vida quienes disienten y van contra corriente? ¿Acaso no habéis advertido como dosifican desde hace unos años cada cercenamiento que hacen de nuestras libertades, de los derechos que costaron siglos, revoluciones y mucha sangre instaurar? Os engañaron como a niños, os hicieron comprar casas que no necesitabais, coches caros, os abrieron sus puertas y ahora os la cierran en las narices, ellos nunca pierden, solo ellos han sido rescatados para lavar sus sucios negocios, sus cuentas que no cuadran, sus agujeros negros, sus conexiones con la política y con la mafia. ¿Acaso no os dais cuenta que está desapareciendo la clase media? ¿Que el mundo se está llenando de pobres, que se llenan los comedores sociales, que la gente zumba y revolotea alrededor de los contenedores y los cubos de basura como antes lo hacían los perros y las ratas?El señor c de ningún partido voceaba esto a pleno pulmón en la plaza de la ciudad y sus únicos altavoces eran su garganta, sus cuerdas vocales, sus pulmones, la multitud revoloteaba con bolsas y prisas, pero un gran corrillo de curiosos se formó en torno a él. No en vano era Navidad, en esos días lo primordial era comprar, pero también observar y aquel discurso parecía del interés de unos pocos. Su voz se apagaba entre los villancicos navideños que salían por los altavoces de los grandes almacenes X y por las sirenas de policía que cada vez sonaban más cerca. El impacto del discurso caló hondo en algún joven, que oía con delectación a aquel profeta de barba larga y pelo canoso, que hablaba con parsimonia y precisión, con los ojos mirando al cielo y tal vez por eso y porque seguía hablando sin parar dando razones y razones que parecían no tener fin, no advirtió o tal vez sí, como unos individuos vestidos de paisano, se acercaban a él y en volandas lo llevaban al furgón policial. El profeta no opuso resistencia, aquella noche por fin dormiría y cenaría en el calabozo, y tal vez con suerte los próximos días, llevaba demasiado tiempo haciéndolo en el cajero del Banco S.
martes, 15 de octubre de 2013
El mar, la mar...
jueves, 10 de octubre de 2013
Tiempos jodidos
martes, 8 de octubre de 2013
El café de los desenamorados
sábado, 5 de octubre de 2013
Alguna vez existió la coherencia... Y nihil novi sub sole.
miércoles, 2 de octubre de 2013
Trastorno neuronal transitorio, muletillas, tics verbales
Tal vez no se diera cuenta, pero cuando la conversación de turno derivaba por derroteros intrincados, alejados de los consabidos comentarios al uso de fútbol, de las aseveraciones tópicas y típicas de cualquier deporte, tenis, motos, fórmula 1, política nacional o temas más insustanciales y socorridos como el tiempo, nuestro personaje, de pronto, evidenciaba unas severas lagunas mentales. Hablando de historia, de cine, de literatura, de novelas, de personajes, de héroes y heroínas, de conspiraciones, de mafias, de conjeturas astronómicas, de hipótesis filosóficas. Su discurso perdía fuelle, su memoria renqueaba como un viejo motor de dos tiempos, confundía datos o aportaba apuntes erróneos como verdaderos pero sin demasiada convicción. De los anaqueles de su cerebro extraía datos basados en su portentosa memoria empleándolos viniendo o no viniendo al caso los mismos. Del mismo modo, apoyaba sus frases y argumentos en un ripioso y repetitivo "¿m'explico?, que lejos de otorgarle empaque y veracidad a su trastabillado discurso, hacia que adoleciera de previsible, aburrido y vacuo. A veces sustituía la muletilla, el tic verbal del ¿m'explico? por otro similar y con mayor nivel de zafiedad; "¿m'entiendes lo que yo te quiero decir?", giro martilleante que otorgaba un rasero de imbecilidad mayor al oyente, pues quien se prodigaba en tales giros, no solo daba muestras de su escasa seguridad oratoria, también ponía en entredicho la comprensión e interpretación que su oyente hacia de la misma. Y el oyente, bastante tenía con aguantar el rosario de datos inútiles e inexactos. Nuestro amigo, que se creía en posesión de un verbo y un conocimiento fluidos, se volvía aún más inexacto conforme aumentaba la ingesta de alcohol. Entonces se abrazaba a sus tics verbales haciendo de ellos el único faro que guiaba la chalupa gris de su verbo y el dardo de punta infecta, al pobre masoquista que estuviera dispuesto a oirlo, no ya armado de resignación supina, también de una educación exquisita.