martes, 22 de abril de 2014

Freedom, liberación...

La liberación quizás sea una de las utopías del ser humano, en tanto que ser pensante, que mira dentro de sí mismo y desde el exterior, se ve, como parte de una realidad que le esclaviza bajo distintos parámetros. Tal vez por eso, nadie pueda quedarse indiferente visionando; Django desencadenado.

El héroe que retrata el film, es un hombre negro, que desde dentro del sistema y ayudado por un hombre blanco cazarrecompensas, mecenas de barba canosa, va a conseguir su propósito de liberarse, de romper el yugo de sus cadenas más dolorosas, en un mundo que siendo en el que habita, no es el suyo. De paso, no sólo conseguirá liberarse de esa enorme cadena, también liberará a su amor, para unirse a ella ya al final, en una lucha futura e incierta, en la que a priori, son los débiles.

El mito y la leyenda están servidas y el argumento, no deja de recordarnos a las historias de  héroes que narran libros religiosos, mitologías antiguas y cómics modernos.

Hasta los héroes necesitan ayuda, en éste caso, Django.

Django lucha por su dignidad, por su libertad, por no ser tratado como una bestia inmunda, Django lucha contra la barbarie de personajes que se creen superiores por el simple hecho de tener la piel más clara, lucha contra el sistema establecido en esa realidad histórica que no queda tan lejos, a siglo y medio. Lucha por su amor, por el amor y la libertad de Broomhilda o Brunilda, una criada esclava negra que conoce el idioma alemán, lengua materna también del catalizador humano del héroe, héroe también por méritos propios, el Doctor Schultz/Waltz. Y para ser héroes, han de perseguir criminales ladrones de bancos, jefes o miembros de bandas de ladrones de ganado, para terminar también con peces gordos por el camino. La violencia gráfica de la historia, justificada a veces, gratuita también, visualmente impactante, nos conecta con la historia, haciéndonos empatizar con el personaje y conviniendo en que la injusticia y la opresión, no merecen el castigo de la violencia, de la venganza, simplemente, las hace enteramente necesarias.

Pese a ello, en ningún momento estamos contra el héroe, lo seguimos acompañando en su particular ascenso a la liberación, a la libertad, en un periplo de 165 minutos, plagado de escenas eléctricas, de voltaje superior, en los que todos estamos "looking for freedom".

Tarantino, sobre la base de una historia mítica de un personaje famoso del cómic, desarrolla una película memorable y arquetípica, con interpretaciones sublimes, y tras los personajes perfectamente diseccionados y retratados, conviven lo peor, lo más canalla, absurdo y grotesco del ser humano y lo mejor, la esencia del que lucha por modificar el mundo, el suyo propio y el de quienes ama y en medio de todos ellos; los figurantes que se dejan llevar por la corriente negándose a sí mismos, o los que tienden sus manos a quienes quieren liberarlos.

Necesitamos de héroes, de heroínas, de líderes, de profetas, de historias románticas que conmuevan nuestro interior y cimbreen nuestros cimientos.

Los escenarios históricos, se repiten bajo otras formas más sutiles en la actualidad, también necesitamos liberarnos de otros opresores y de otras realidades.
Necesitamos un doctor Schultz que nos guíe, que nos enseñe el camino para desencadenarnos o para liberar a nuestro particular Django, liberarnos de tanto control, de tanta medida siniestra, de tanta barbarie disfrazada de normalidad y aceptada a regañadientes, o lo que es peor, engañados por quienes conocen bien nuestra ingenuidad.

Y el final, merece una continuación, tras la liberación, la lucha con el día a día, en una realidad paralela a la que han combatido, para ello deberán ir al Norte y convertirse en referentes transgresores, en un mundo dominado por sus opresores.

Django y Broomhilda nos atrapan en su historia de principio a fin para recordarnos que el cine es un medio de expresión que nos evade de la realidad, igual o mejor, que nuestra propia imaginación.