Mis conocimientos sobre la
Revolución Francesa se reducían a cuatro tópicos, algunos minutos de estudio
superficial y detalles a grandes rasgos, para salir del paso, eso, pensamos
todos; son asunto de historiadores profesionales.
Sin embargo, a mí, que no soy un historiador
al uso ni tengo acreditación que lo certifique, pero cuento historias, siempre me
gustó indagar sobre la Historia, esa que se escribe con mayúscula. Aunque fuera
a título de curiosidad, es realmente apasionante, por eso y porque hoy me
acordé del famoso lema: “libertad, igualdad, fraternidad o la muerte” indagué específica
y superficialmente, como no, de un par de fuentes, una la bendecida y denostada
a partes iguales Wikipedia y otra, de una web francesa, mejor dicho, con la
extensión http://www.diplomatie.gouv.fr/es, sobre la simbólica y archiconocida
consigna, de la que únicamente conocía la continuación “ou la mort”, aunque
para mi sorpresa, la frase era mucho más larga, eso me animó a profundizar un
poco más. Espoleado por las dos visiones de ambas fuentes, para mi perplejidad o bien, con cierta lógica, aceptación de la diversidad de opiniones, interpretaciones, argumentos y manipulaciones que pueda tener la historia. El caso es que ambas, diferían en el desarrollo de dicha frase y su aplicación o génesis y pervivencia en el marco de su época, de su tiempo.
“La frase nació en el transcurso
de la Revolución francesa, pero no llegó a adquirir carácter oficial por ser un
lema entre muchos otros. Apareció por primera vez en una declaración impresa
del Club de los Cordeliers de mayo de 1791 sobre la creación de una «fuerza
pública» para la defensa del territorio, cuyo uniforme llevaría una placa a la
altura del corazón con las palabras Libertad, Igualdad, Fraternidad. La divisa
se popularizó poco a poco, pero hubo que esperar hasta 1793 para que se
impresara en documentos oficiales o públicos. El primero fue un decreto del
Directorio del departamento de París que invitaba a los parisinos a que
pintaran en las fachadas de sus casas la frase «Unité, Indivisibilité de la
République; Liberté, Égalité, Fraternité, ou la Mort» («Unidad e
Indivisibillidad de la República; Libertad, Igualdad, Fraternidad o la Muerte»)”
Extraído de Wikipedia.
Si te remites a la página oficial
citada antes, otra visión ajena a la Wikipedia y a lo que pudo ser la
intrahistoria del lema;
http://goo.gl/wVDcm0
, entonces, te cuentan esto otro
“A partir de 1793, los parisinos,
imitados al poco tiempo por los habitantes de las demás ciudades, pintan en la
fachada de sus casas la leyenda siguiente: "unidad, indivisibilidad de la
República; libertad, igualdad o muerte. Pero pronto se les invita a borrar la
última parte de la fórmula, demasiado asociada al Terror… Como muchos de los
símbolos revolucionarios, la divisa cae en desuso bajo el Imperio…”
Entonces tienes que intentar
pensar y situarte, haciendo una abstracción muy superficial de nuevo, bajo el momento histórico preciso que llegaba esta martilleante,
impositiva, intolerante, coercitiva, amenazante frase, que te venía a decir, que
si estabas contra la República, te jugabas dejar de ser, adiós a la familia, adiós al pan y al champagne, adiós a la biblioteca, a la tasca, a la vida.
La alternativa era sanguinaria; República o Muerte.
Qué jodida elección cuando no para
de brillar el acero de la guillotina que ha descabezado más de 1000 personas, esto
es lo que da pavor de las revoluciones, el terror, porque si no tienes más
alternativa que elegir entre el gobierno imperante o que te cercenen la cerviz,
la testa, el coco, la calabaza, la mollera, el triángulo, el tarro, la masa cerebral, los humos, los fluidos, y
hasta la misma vida fulminada al compás de la caída de esa cuchilla oblicua e infalible en
armazón de madera que se ha puesto tan de moda, pero como en los funerales lo bueno que tienen es no ser tú el muerto. No queremos verla, es nuestra pesadilla y nuestro miedo, no queremos caer en la espera angustiosa de su certero y veloz fin.
Ahí piensas que la guillotina al menos es rápida, pero nada más,
te da igual de pánico, aún más de quienes están al cargo de ella, porque son arbitrarios y melindrosos, porque quieren infundir respeto con horror.
De aquí nació una adhesión
inquebrantable a la revolución burguesa y a su “república” con la ayuda de
exaltados que eran pagados y que ejercían de correa de transmisión, cuando no, de verdugos. Pero no todo podían ser malas noticias, algo más tarde, la propia
República avergonzada, y en un 9 de Termidor, un 27 de julio de nuestro
calendario del año convulso de 1794, ese terminator que acabó con Robespierre y
veintiuno más de sus secuaces, empezó a mostrar el ocaso de tan aterrorizante
instrumento.
Aunque su postrero y verdadero
estertor en el país vecino, y esto sí que me sorprendió, fue conocer la última vez se utilizó de
forma oficial, “tuvo lugar el 10 de septiembre de 1977; el ajusticiado se
llamaba Hamida Djandoubi y era un inmigrante tunecino que había asesinado a su
compañera.”
Cuando se aplica la censura en la
Historia para estas cosas, es asombroso también, porque para la posteridad y afortunadamente para la integridad de todos los que vivimos en esta salvaje civilización,
únicamente ha quedado el lema a secas “libertad, igualdad y fraternidad”, el
caballo de batalla en el que se sigue moviendo la sociedad de ahora.
- Algo aprendemos de la historia, aparte que pueda ser repetida por ignorada, y es que la historia de la humanidad se parece a un patrón matemático que podría correr en compañía del movimiento de los planetas, del universo. También que los patrones de conducta humanos son similares en cualquier época de las civilizaciones.
- Tú y los planetas, tú y el sol, tú y las constelaciones, tú y tú manía por explicarlo todo, pero si sabes que la tierra tiene casi cinco mil millones de años, que nosotros no somos nada ni nadie, acabamos de llegar hace unas horas y tu revolución francesa pasó hace dos segundos.
- Tú y tu dimensión astral, no crees en los astros, además de un ser pensante, soy un ser que siente, y cuando siento, en ese tiempo para mí, se concentra la única eternidad a la que voy a tener acceso con esta forma humana, finita, frágil, quebradiza y con fecha de caducidad impresa.
- Sí, luego serás polvo de estrellas.