miércoles, 25 de septiembre de 2013

Verano eterno

El Limb0: /*/*/ Inspirado por las intermitencias de la muerte del genio Saramago; en un país en donde nunca moría nadie, se me ocurrió este pequeño relato, un país dónde siempre es verano.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. /*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/* Llegó septiembre, octubre, noviembre y en aquel país no se fue el verano, pasaron los meses y un par de años con sus días y sus noches y seguía sin irse. Un anticiclón permanente cubría los cielos de su territorio delimitando con precisión matemática los confines del mismo, esto es, únicamente en el territorio de dicho país, cuyo nombre no consigo recordar, se instaló el verano de forma tajante y contra natura. La división de las estaciones se diluyó en un estío perenne. Las gentes en masa comenzaron a extrañarse, los periódicos se hicieron eco de aquel extraño fenómeno y el tiempo, la meteorología, el clima, empezó a ocupar un lugar preponderante en las cabeceras de todos los noticiarios dejando en un lugar discreto y apartado asuntos políticos, financieros y económicos, sin olvidar que todos estos últimos asuntos tenían una perfecta correlación con el verano eterno que se había instalado en aquel territorio. Los meteorólogos eran consultados en todas y cada una de las cadenas de televisión, los científicos, los biólogos, los matemáticos, los investigadores, la inteligencia estatal, los servicios de inteligencia de otros países preponderantes, en todos los programas de radio, todas las portadas de los periódicos hablaban del asunto y de los efectos de tan enigmático como preocupante cambio del clima, nadie sabía la causa, pero algunos sí sabían sus efectos, tanto a medio como a largo plazo. Vinieron de todos los centros de seguridad e inteligencia de los países más influyentes de la tierra. Todo eran hipótesis, no había soluciones ni explicaciones plausibles para tan endiablado y caprichoso fenómeno. El gobierno no tenía respuestas, creó comisiones de investigación al respecto, fue un asunto de estado diario mientras se disparaban los indicadores económicos asociados a la nueva y extraña situación y venían de todas partes del mundo científicos, curiosos, especuladores, constructores, inventores y vendedores de refrescos, agua y helados. Desde todos los gremios laborales, toda vez que se rozaban temperaturas que oscilaban entre los 25 grados matutinos, pasando por los 40 de la sobremesa, hasta los más de 30 nocturnos, se exigían costumbres veraniegas, salvo para el sector servicios, se clamaba por la costumbre de la siesta que algunos países desarrollados habían tildado como la exponente máxima de la recesión hasta entonces, los sindicatos reclamaban la jornada continuada y la supresión de las horas extras, que las fuentes de las ciudades refrescaran y vertieran sus chorros, que todos y cada uno de los bares tuvieran por ley refrigeración en el interior y ventiladores con pulverizador de agua fresca en el exterior. Se disparó tanto el consumo de agua y energético que empezaron las restricciones. El agua se convirtió en un bien escaso que se importaba del exterior, el consumo energético alcanzó cotas alarmantes, los transformadores se quemaban por las altas temperaturas, los incendios se multiplicaban, los bomberos no daban abasto. La afluencia de turistas, (enterados del curioso, impropio e inexplicable estado meteorológico), de todas partes del mundo a las playas del país se multiplicó por 15, los aeropuertos quintuplicaron, sextuplicaron su personal y triplicaron sus instalaciones y negocios asociados, las compañías sus vuelos al lugar, el país del verano eterno se había puesto de moda en el escenario mundial. En muy poco tiempo renació y refloreció el diezmado hasta entonces sector de la construcción y de los alquileres y con estos los especuladores y la destrucción de parajes naturales para acondicionamiento de nuevas zonas turísticas. Los ecologistas fueron silenciados y ninguneados, los políticos fueron sobornados e hicieron sus deberes malignos con prontitud y eficiencia. El negocio de la moda se olvidó de la temporada primavera, otoño e invierno, las madres guardaron la ropa de abrigo y entretiempo mirando las prendas con nostalgia. Sus lavadoras echaban humo hasta que ya no pudieron pagar el agua y compraban prendas veraniegas a precios de saldo, los vertederos se inundaron con prendas de verano sucias y andrajosas quemadas para evitar un olor nauseabundo que se propagaba por los pueblos, aldeas y ciudades. Sus niños exigían vacaciones y aire en las clases y raciones de agua fresca, se negaban a acostarse temprano, a levantarse temprano, querían piscina y playa, querían prolongar también su verano. Los campos se secaron, los regadíos se sabotearon, las cosechas murieron, las gentes querían huir de aquel estado de sitio, pero nadie quería abandonar sus propiedades, sus posesiones, sus objetos. Los vendedores de toldos se forraron, los de sombrillas también, los heladeros, los bares, los restaurantes. Las playas se abarrotaron como el metro de Tokyo, se abrieron nuevas playas que hasta entonces habían sido vírgenes, se acondicionaron los accesos, los deportes naúticos se multiplicaron, se inauguraron nuevas piscinas de aguas muy cloradas. Los nativos empezaron a sentirse incómodos por tanto visitante en las costas.En las ciudades, pueblos y aldeas del interior, clamaban por la lluvia, lloraban por ella, hartos de piscinas caras y sucias y de racionamientos de agua. La Iglesia sacó a sus santos y vírgenes en procesión cada semana, al amanecer, al anochecer, cuando el sol calentaba menos. Se tiraron cientos de miles de cohetes entre preces y oraciones rogando por la lluvia al todopoderoso Dios. Pero la lluvia no llegaba, a excepción hecha de un lugar inhóspito entre montañas escarpadas dónde una nube inmensa descargaba lenta pero inexorablemente un caudal incesante de líquido adorado. La Iglesia que termina enterándose de todo quiso montar un santuario allí, pero el laico gobierno se le adelantó montando un laboratorio móvil en un tiempo récord. Silenciaron el descubrimiento de aquel lugar que parecía desafiar al resto del país y estar ajeno a los problemas producidos en su tierra aledaña y hermana. El laboratorio duró poco, una lluvia torrencial aliñada con un devastador huracán lo barrió, a todos y cada uno de los siguientes que intentaban construir, aún a sabiendas que el agua era puro veneno, inservible para cualquier fin. El agua que caía era intratable, tenía una acidez que la hacía mortecina, no había tecnología en aquel entonces para sacar provecho de ella. Así pues se olvidaron de la misma y el verano siguió y pasó de moda broncearse, las gentes suspiraban por tener la piel blanca, por ser pálida, por alejarse del sempiterno sol. Las calles y playas se vaciaron y la economía se colapsó y en la noche las gentes salían a rebuscar en los cubos de basura como ratas, como perros. Y llegó la lluvia ansiada al cabo de cinco años, llovió tanto como no lo había hecho en cinco años antes y pereció gran parte de la población, esta vez bajo una lluvia pura. Fueron muy poco los que sobrevivieron por sus propios medios, tuvo mucho que ver en esto, como en casi todo, no únicamente la inteligencia, el instinto de supervivencia, también los contactos gubernamentales y el poderoso caballero don dinero. Con la intervención de los ejércitos y las naciones a las que el gobierno reclamó ayuda, a cambio de ciertas concesiones, comenzó la repoblación sobre un escenario apocalíptico, pero eso es otra historia.