jueves, 10 de octubre de 2013

Tiempos jodidos

- Vivimos tiempos muy jodidos. Sentado en el banco de la plaza no paraba de gesticular con sus manos, las venas de su cuello se hinchaban, el tono de su voz aumentaba por momentos, su sangre corría vertiginosa hacia su rostro. Había sido administrativo de una inmobiliaria. - La culpa de toda esta mierda que nos llega al cuello la tienen los políticos, todo lo que han robado, todo lo que han estafado, todas sus prebendas, todos sus desfalcos, todas sus pestilentes corruptelas, toda su puta insolidaridad. El otro, su compañero de banco, (bonita palabra cuando se refiere a asiento), escuchaba con cierta desgana simulando interés por educación, pero aquello para él, era el pan de cada día, como si oyera llover. Tenía la teoría que la gente estaba ya insensibilizada de las desgracias ajenas, bastante tenían con atender las propias. Sin embargo, nuestro quejoso amigo seguía despotricando contra el sistema, que su oyente estuviera a su bola o ajeno a su cuitas y miserias era algo irrelevante, el seguía hablando, vociferando, clamando, precisaba su ejercicio de catarsis... - Ahora estoy desempleado, pero me he llevado cotizando 30 años a la seguridad social y ¿qué es lo que me dicen a mis 54 años? Que no hay trabajo para mí, que actualice mi currículum, que me siga formando, que pague el IBI, la luz, el agua, las lentejas mías y la de mis hijos, sus estudios, sus gastos... ¿Cómo puedo hacer eso con 426 euros al mes? Ya he agotado la prestación por desempleo, estoy enfermo, no duermo por las noches, tengo depresión, hipertensión, reuma y el mismo follón bendito¡¡¡ Mi mujer que limpiaba en casa, desde hace un tiempo lo hace por las casas ajenas a 6 euros la hora y encima hablan de esto como economía sumergida este puto desgobierno que amnistía a los evasores, que condona a los estafadores, que hace la vista gorda con quienes se apropian de lo ajeno vestidos con corbata y aderezados con gomina frente a un ordenador... Una solemne cagarruta para ellos, a mi mujer le duelen los huesos, está reventada y gracias a ella y a la limosna que me da el gobierno, podemos medio comer. Y ahora nos llega el IBI de la casa, el impuesto del vehículo que apenas cojo porque no tengo ni para gasoil, que dicho sea de paso, está a precio de aceite de oliva virgen extra, la hipoteca, el seguro del coche cuyas ruedas están lisas como para correr en Monza, tengo que pasar la ITV, la batería me falla y encima se cagan encima de él todas las palomas de la ciudad... El amigo solterón encendía otro cigarro, el cuarto de la mañana, mientras el otro seguía con su rosario de quejas. Tomar el sol en aquella plaza tenía ciertas contraprestaciones. Por no hacerle el feo guardaba silencio y pensaba de forma positiva que oír a su amigo no tenía precio, era una auténtica inyección de moral para él, que no tenía ni hijos, ni mujer, ni coche, ni casa que mantener, era un feliz cuarentón largo y pensionado que vivía con su madre viejita, que aún seguía cuidándolo como un niño. Algo cimbreó los cimientos de su confort con el quejido monocorde de su amigo, una luz entró por su cerebro aletargado, una revelación estalló en su entendimiento. Se vio a sí mismo en unos años, muy pocos, aquejado de cualquier enfermedad, sin su madre, sin familia, sin nadie a quien oír ni nadie presto a escucharlo en las largas noches de invierno, entre lectura y lectura de sus libros polvorientos, entre las noticiarios de la tele y los programas de carrusel deportivo, entre su música y sus viejas películas, rodeado de objetos inanimados, inertes. Al día siguiente salió a andar al alba, compró un cachorro, lo llevó al veterinario, le puso un collar y un nombre, dejó de fumar, se hizo colaborador de Intermom Oxfan, de Unicef y de Cáritas, se apuntó a clases de baile, empezó a cuidar su alimentación y a vigilar la salud de su madre. La ayudaba aún más de lo que hasta entonces lo había hecho. Se abrió una cuenta en E-Darling, insertando una foto de 10 años atrás, se creó un perfil en facebook y otro en twitter, puso un anuncio buscando una compañera de viaje. Seguía saliendo a andar al alba, a las afueras de la ciudad. Un sábado entre la espesa niebla, al amanecer, un coche negro tuneado lo atropellaba mortalmente, dándose a la fuga. Precisamente, vaya jodida mala suerte, ese mismo día había quedado para almorzar con una bella y joven rumana de ojos verdes. Y aquí termina la historia de alguien que tomó un pasaporte a la nada, creyendo haberse asegurado, su futuro inmediato. El Limb0