sábado, 29 de marzo de 2014

Tiempos digitales...



La mente a menudo es adictiva, pensamos que podemos controlarla, sin embargo, la propia química es más fuerte que nosotros, tal vez esto sea lo que nos hace tropezar una vez y otra haciéndonos repetir esquemas y patrones.
Te das cuentas de algunas cosas y percibes otras, que te hacen parecer dueño de las situaciones, pero no somos más que veletas que se mueven con el viento.
Así terminamos siendo esclavos de nuestras filias y fobias, repetimos conductas bajo otros escenarios distintos, creyéndonos haberlos superado, es una forma de autocomplacernos en nuestros tiempos. En esencia no cambiamos, sólo nos adaptamos y aprendemos a base de errores que terminan repitiéndose en un glosario casi monocorde.
El individuo digital es la proyección de nuestras ansías y deseos más ocultos, es el espejo donde nos reflejamos, o la imagen que vertemos en ese espejo deformado o de formas perfectas y a menudo distorsionadas, como nosotros mismos, de la virtualidad.
Ahora saben como pensamos sin necesidad de interrogarnos, saben por lo que suspiramos sin someternos a complicados lavados de cerebros en masa, les hemos entregado nuestra alma, nuestro ser, nuestra esencia. Saben los que reventarán el sistema, los que pervivirán en él, los que viven en los mundos del arcoiris, los que sueñan imposibles, los dormidos, los justos, los anarcos, los hastiados, los poetas, los vencidos, los luchadores, los conformistas, los propagadores directos e indirectos del sistema que impera, los que rezan para que todo cambie, los que anhelan otro orden de cosas, los revolucionarios, los iluminados, los que quieren que todo siga igual para seguir quejándose y seguir siendo profetas. Nunca antes hubo más ignorancia disfrazada de sabiduría, nunca antes hubo tantos influyentes, tantos connaisseurs, tantos imbéciles e indocumentados propagando ideas y pensamientos ajenos y supuestamente propios. Nunca antes uno se sintió con más poder de comunicar y llegar al otro en una ilusión desfigurada de la realidad, porque de casi nada queda memoria, todo se olvida con la misma inmediatez que nos llega, hemos hecho algo normal de lo extraordinario. Nuestros pensamientos viajan a  la velocidad del adsl, nuestras ideas quedan inmortalizadas en esta tela inmensa de proporciones astronómicas donde todo se difumina y casi todo carece de valor.
Hemos sustituido lo natural por lo virtual, y cuando creemos ser naturales, terminamos volcando esa cualidad, en la inmensa maraña que a todos llega, y estamos en el inicio, en los albores de lo que será un mundo dirigido para controlar cada impulso y cada letra esparcida en la red que a todos nos atenaza.
Pero tal vez podamos salvarnos, quizás un día la araña rompa sus telas o sepamos quemarla o venzamos al artrópodo que nos domina con sus fluidos letales, a lo mejor un buen día la red se destruye y volvemos a ser nosotros mismos, libres de pensamiento y alejados de influencias nefastas y de cantos de sirena.