En España hace mucho tiempo que
el partido más votado es el de la abstención, ese espacio que no cuenta para la
toma de decisiones pero que cada vez llama a más gente, aquellos que no son
incondicionales de nada, los que les importa un soberano cagarro esta farsa y
sencillamente están hastiados de ver, soportar y sufrir nuevas elecciones y
como manejan los dineros y los recursos estas agrupaciones de privilegiados sin
incompatibilidades, con turbas que le siguen de acólitos y forofos, enquistados
y engañados porque nada cambie, o por un cambio que nunca se materializa y
perdona y comulga con casos de corrupción y de auténtica vergüenza, como si se
trataran de sus propios hijos. Ninguno de los partidos con toda su maquinaria
de propaganda, ha sido capaz de seducir a ese grueso de población que supera el
30% del electorado, ese es el quid de la cuestión y la explicación a la escasa
sorpresa que pueden propiciar ya las elecciones en España. Todo lo demás son distracciones
de los medios de comunicación para hacer caja y mantener la atención con
encuestas poco fidedignas, debates aburridos, noticias inventadas, gráficos
manipulados, propagaciones de miedos y un largo etcétera que conocemos todos.
El electorado fiel es el que decide y esas son las reglas de la democracia y
aquí en España, el electorado más fiel y numeroso, le pese a quien le pese,
pertenece al partido popular y en segundo lugar, al psoe. Entre ambos siguen
copando las primeras posiciones y sus incondicionales soslayan escándalos y
corruptelas en sus filas, porque España no ejerce voto de castigo por regla
general, lo que si ejerce es voto cautivo. Dame pan y dime tonto y algunos
casos de pucherazos aberrantes como ancianos con alzheimer y demencia senil,
que son llevados a votar con la papeleta ya preparada, son ejemplos gráficos de la preponderancia de ese espíritu marrullero y egoísta que subyace en el electorado medio.
Y como dicen por ahí, que
pertenecer a un partido político es igual que ser hincha de un club, me temo
que la cosa seguirá por los mismos derroteros que estos años atrás y tendrán
que pasar muchos años para que las generaciones venideras sean más exigentes
con los deslices y desmanes de los políticos. No se puede obligar a votar a la
gente, eso sería coercitivo y antidemocrático, pero si te niegas a formar parte
de una mesa electoral sin justificación de peso, multa al canto. Ay, si
obligaran a votar a todo el electorado, ay, si se reformara esta penosa ley electoral que beneficia a los de siempre, entonces seguro que
no habría tanta abstención y con toda probabilidad, se darían otros resultados y
quizás, el poder residiría en la decisión soberana del pueblo, porque votarían casi
todos y el nivel de exigencia democrático sería mayor, pero tal vez eso, no nos
curaría nunca del desencanto que produce la política a quienes son fustigados,
vejados e ignorados por ella; a saber, los que están en riesgo de pobreza y de exclusión del mercado laboral, los
desempleados, los que sufren los recortes de la sanidad, la gente preparada que
tiene que emigrar a otras tierras y a la inmensa legión de quienes tienen un
trabajo basura y quieren conservarlo a toda costa, pensando que algo es mejor
que nada, esperando un milagro que nunca va a venir de la política, únicamente,
de cualquier otra burbuja que inventen para que la gente no salga en tromba a
la calle, para decir basta de tanta inmundicia, de tanto fraude, de tanto
latrocinio y de tanta superchería.