viernes, 13 de febrero de 2015

Alzheimer existencial...

Alzheimer existencial...

"El niño, curiosamente, aprende primero a decir no, a negar..."



Yo no lo recuerdo... Y vosotros?


Yo tampoco lo recuerdo, no recuerdo la última vez que un político se retractó de una canallada, de una medida injusta e impopular, de un estado de cosas lamentable propiciado por ellos mismos y/o sus adláteres, tampoco recuerdo la última vez que leí algo sobre la responsabilidad compartida, esa que también nos hace merecedores de sufrir a quienes nos gobiernan.
No recuerdo la última vez que alguien decidió saltarse la disciplina de su partido o su ideario o creencias religiosas  y dejase de justificar errores imperdonables, recurriendo a los defectos y taras del adversario o a demagogias baratas o a preceptos de iluminados del pasado, que buscaban a dios como nosotros, humanos como nosotros, considerados infalibles, ¿acaso lo somos nosotros?
No recuerdo la última vez que alguien dimitió motu proprio, sin que le obligaran a representarlo teatralmente, como ultimatum para evitar males mayores, porque lo pillaran con el carrito de los helados.
Ni una vez en que no tuviera la culpa de algo muy reprobable, el clásico chivo expiatorio o el enemigo inventado.

No recuerdo qué día es hoy, ni mañana, o sí, un viernes 13 que precede a un día inventado para el consumo y etiquetado como puro marketing. Deberían hacer un día de los desempleados, en España hay un número mayor de ellos que de enamorados, lo mismo las estadísticas dicen lo contrario, pero eso es para activar la economía, la de ellos, claro. 

El amor está tan mitificado como dios contemporáneo, que necesita de un libro o una película, para que la gente hable con supuesta naturalidad del sexo, cuando el sexo es algo natural.
El amor es tan frívolo a veces, que se retrata en programas casposos o en vidas inventadas, donde todo es una comedia forzada e interpretada por gentes que no buscan amor, sino fama, confort, estar a salvo de otras cosas que propician mucho miedo.
Y parece que sólo existiera el amor en pareja, que no existieran otros amores, amores filiales, amores paternos, amores familiares, amores sempiternos, quizás esos sean los amores que en realidad nos importan a todos, sin menoscabo de los otros, tan idealizados y deseados como raros, por su escaso número.

No recuerdo una vez que se pusieran de acuerdo los pulsores y sondeadores de las encuestas preelectorales, en la mentira intrínseca sobre la variable tan enorme que representan sus insidiosas, contradictorias e imprecisas estadísticas. Desconozco el número real de quienes se han abstenido de votar en un proceso que ni le va ni les viene o quienes han votado con el corazón y no con la cabeza o al revés, o sobre quienes han votado con la finalidad exclusiva de poderse quejar luego, o tan solo de seguir medrando o afianzándose en unas ideas con las que cree comulgar y que en ningún modo, provienen de ellos.
No recuerdo ni una vez en que la mayoría no representara a la postre; la tiranía, ni tampoco una minoría, que no fuera etiquetada como tocapelotas, o alguien que pensara y se saliera un poco del tiesto, que no fuera motejado como iluminado o antisistema. 
Si recuerdo a quienes me ayudaron a recordar y a ser, a quienes me ayudaron a pensar, a cuestionar, a valorar, a agradecer, a seguir en la brecha, luchando.