viernes, 7 de noviembre de 2014

Diario de a bordo: Nos pillaron y nos dejaron inmóviles...


Hoy todo es inmediato, se antoja casi insultante para los demás, para otros, para la gran mayoría, pararse a pensar en lo que pasa, y a ti te resulta un ejercicio hueco, una aspiración inútil y desfasada, por eso a veces vives casi como un autómata, sin pensar, no quieres tener tiempo para ello, aunque mates moscas con el rabo y te creas el mismo diablo. El mundo no se detiene por ti, sigue y sigue girando y tu te sales de su órbita cada día, pensando que podrás volver en cualquier momento, pero no estás seguro de desearlo, y otras, las más terribles, de conseguirlo siempre que puedas proponértelo. Piensas que el único flotador es la creatividad, el orden, el trabajo y te sientes funambulista barajando en medio de tales aspiraciones. Y si te dicen que estás muerto, asientes y piensas en quien te lo dice jactándose, como si fuera a vivir eternamente o como si él se mereciera el cielo y tú: el infierno.

Y piensas que el infierno a veces es éste, y el cielo también y coqueteas con ambos de puntillas o te pasas temporadas en un lugar, añorando otro.

El discurso articulado, el de todos y el tuyo más que ninguno, ha dejado de concitar la atención, vivimos en un mundo en el que la información se canaliza a través de los medios con tanta rapidez, que ya no tiene sentido desarrollar el pensamiento, si no es para expresar de manera breve y concisa. Si te andas por las ramas, si te detienes en metáforas, si quieres transmitir detalladamente, te despeñas y la cagas y la araña de la red te fagocita, como a un insecto pesado que molesta con sus boludeces.
Asistimos desde hace ya algún tiempo al derrumbe de los periódicos, de los libros, del formato papel, viejas leyendas que sobreviven con mayor o peor fortuna, ahogándose en el tsunami de lo tecnológico, la enciclopedia es un libro pesadísimo de consultar frente al rápido wikipedia, el saber está en nuestros dedos que nos deslizan con sus yemas al meollo de todo lo que hay y que puedes encontrar. San Google te muestra el infinito, ese en el que tantas veces te asomas y te sigue produciendo tanta satisfacción como vértigo.
Vas a cualquier bar y entenderás que los periódicos los leen siempre los mismos, y los diarios deportivos también, con su contraportada, un torpedo de flotación, a tus primitivos instintos. Conozco un sitio donde al lado del libelo del santo oficio, siempre está cerca el diario oficial del deporte patrio, con su reclamo inefable de contraportada, entre cerveza y rubia se desliza alguna morena.
Todo convive en ese lugar en donde nunca pasa nada, sólo la vida.

El boomerang vuelve, lo tiraste lejos, pero volvió con fuerza... 
Este insistente deseo de conocimiento, el análisis, el estupor de la vida pasando ante tus ojos, montándote en su globo a veces y otras, quedándote en la tierra y viendo como vuelan otros sabiendo que pronto se despeñarán sin apenas darse cuenta y otros seguirán ascendiendo en la medida que sean libres, no impunes.
Otra vez te enfrascas y te enrocas, te pierdes y te disipas, te distraes y el tiempo vuela y otro día en el que no pasa nada, salvo algún anuncio de nueva corruptela, para hacer olvidar las viejas. 

Y qué más da? No, sabes que no son cosas de la edad exclusivamente,  te saliste demasiado de la línea como antaño, y te pusiste a pensar.