sábado, 27 de diciembre de 2014

El invierno de los libros...

Escribo porque apenas leo ya libros impresos, los llevo a mis manos, los abro al azar para terminar convirtiéndose en algo doloroso y acabo cerrándolos.
Se amontonan en mi mesita de noche, formando un listado interminable de lecturas postergadas, de autores pendientes, de revisitaciones apalancadas, de historias que me esperan. 
Abandoné el hábito que antaño me hizo sentir especial, yo era un lector apasionado, casi compulsivo, lo sigo siendo, pero ya no leo libros, releo aquellos que me marcaron, releo pasajes y páginas evocando a la suerte de la casualidad, leo lo que escribo encontrando escasa complacencia en las historias, salvo en contadas ocasiones en que parece no ser yo quien escriba, sino alguien o algo que dicta a mi cerebro, que ordena a mis dedos deslizarse por las letras conjugando verbos, construyendo ficciones reales o realidades ficticias, concatenando frases, y ese alguien  o algo, aparece cada cierto tiempo, entregándome a la creación de este oficio, que a veces ejecuto como artesano y otras atropelladamente, pareciendo que escribieran mis tripas.

Creo que cada vez lee menos gente, que leer los libros que pueblan las bibliotecas nuestras y las de nuestros amigos, se ha convertido en algo tedioso que nos distrae de las inmediateces tecnológicas en boga, leer es casi sinónimo de aburrimiento supino en estos tiempos donde corre todo tan deprisa y los libros van muriendo, abaratándose...

Los clásicos se oxidan, se arrugan, se enmohecen a la par que nosotros, que llegamos al principio de su final. 
Leer en suma, cualquier cosa que no sea lo que nos dicta la moda imperante, la rutina tecnológica, es casi una entelequia.

Me contaba un amigo que ya no hacía falta quemar ni esconder los libros como otrora hicieran en tiempos del medievo o en tiempos quijotescos, en épocas donde el libro era el único vehículo del conocimiento y aparecía parejo a él, la censura, o en ficciones futuristas, que ya los libros reposaban en un estado de letargo y abandono, olvidados e ignorados del gran público, sustituidos por modernidades al uso. 

Que él superaba con mucho a la media lectora del escaso porcentaje, que lee libros por estos pagos, rondando su número, las tres decenas anuales.
Tuve que confesar que apenas si me leía dos al año ya, que viví épocas, hace años, en la que pude superarle, pero ahora no, también desde hacía varios años, porque ya se me había olvidado cuando empezó a poseerme esta pereza para acometer la lectura, yo que fui impulsor y catalizador de nuevos lectores, que me vanagloriaba de ello, yo, que hice de la lectura mi única religión, que hice prosélitos de Hugo, de Quevedo, de Chejov, de Zola, de Poe, de Toole, de Eslava, de Voltaire y de otros menos ceremoniosos y peores novelistas.

Pensé en los sustitutos tecnológicos in crescendo a los que hemos sucumbido durante todos estos últimos años, recibidos como liberadores y magnificados como obligatorios, sustitutos necesarios, aplaudidos por su perfección y miniaturización, sustitutos que nos merman la vista seduciéndonos con colores y sonidos que buscamos repetir, en un ejercicio diario sin desconexión posible.

Nos disipan la voluntad, leemos las noticias online, leemos whatsapp, mails, estados, muros, perfiles, timelines y nos vamos olvidando del universo que poblaba nuestra imaginación primera, por contra, no hemos olvidado la impresión que nos produjo la primera novela, el sabor dulce y amargo de una historia, la mente abriéndose como una fruta, expandiendo su conocimiento.
Hemos escogido optimizar frente a reflexionar, hemos escogido el disfrute instantáneo al disfrute sostenido que propiciaban los libros ...

Y piensan otros que leer era cosa de locos, aburridos, de sesudos estudiosos, de antiguas amas de casa, de ilusos ociosos, de gentes sin ocupación y piensan ahora que leer, es una tarea titánica que requiere una gran concentración y mucho tiempo libre, por eso nadie lee  ni compra ya esos libros que sigues viendo cada año en los kioskos y stands de ferias de libros, rebajados de precio cada año más y más.

Te topas en las redacciones on line de determinados periódicos y en titulares de programas televisivos, verdaderas barbaridades gramaticales y ortográficas que a casi nadie importan y mucho menos perciben, la gran mayoría.
Salvo aquellas personas que leyeron mucho y aún siguen leyendo, esperando emocionarse con un libro entre sus manos o cuando menos, en lo más insustancial de sus minilecturas más inocuas y desabridas, no toparse con un error de bulto en la gramática, en la sintaxis, en la ortografía del titular de una noticia o en la exposición de la misma, no hablo ya del whatsapp.

Por eso Marenostrum escribo, para leer algo, aunque sea a mí mismo, para bucear en lo que pasa por mi cerebro, sometiéndome a la disciplina de mi mismo frente al horror vacui del folio o la pantalla en blanco, para intentar evocar las palabras y las historias que me conmovieron cuando era mucho más joven, para seguir viajando a otros escenarios distintos o abundar en los que creo conocer bien, para reírme de mi mismo en el futuro, cuando lea lo que escribí en el pasado, para ratificar en ese mismo futuro, que todo era como ya había escrito en el pasado, para entender mi presente, para exprimirlo con la satisfacción de lo único que me produce endorfinas positivas aunque hable de tristezas. 
Salud amiga.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Oh sole mío...

En los días fríos del otoño que roza ya  con el invierno, cuando comienzan a germinar en la tierra los hongos, sales como de puntillas, pidiendo paso entre nubarrones negros y días umbríos. Y uno no puede evitar sonreír...

Puede que no seas el centro de esta galaxia, una entre miles de millones, como tampoco lo es la tierra, puede que seas una pequeña esfera, una canica, en comparación con cualquier gigante roja, puede que las nubes te oculten y que la lluvia te apague, pero para nosotros siempre llegas y nos echas a las calles y los campos, a la carretera, al camino, a los senderos, a la vida. 

Sales en todo tu esplendor y es una fiesta, de repente se llenan las calles, las plazas, los parques, las tiendas, los bares de pueblos y ciudades, y la gente se relaja con tu calor y se abandona a tus rayos benefactores.

Y vienen de otras latitudes para verte, para sentirte, para sonreírte, para entregarse al cálido abrazo de tu poder de vida, para alimentarse de tu fluido.

Y piensan que sales cada día, o que te ocultas, pero eres omnipresente y omnipotente, llegas a cada resquicio, puedes con todo, por eso desde la noche de los tiempos te adoraban como un dios, te ofrecían sacrificios, te veneraban dándote nombres distintos en cada rincón de la tierra, en cada civilización, te levantaban templos y te dibujaban con rostro y hacían de tus poderosos rayos, extremidades infinitas.

Reverberas sobre la tierra, sobre cada grano minúsculo de arena, sobre el polvo y la lluvia, sobre nuestras cabezas, majestuoso y preciso, ajeno a desastres naturales, a odios y guerras, a miserias humanas, a fastos y pomposidades, a títulos y méritos, a causas y oportunidades, tu eres el sempiterno rey de nuestro universo.



martes, 25 de noviembre de 2014

El futuro


Ese día yo cumplía 68 años,  la  tecnología médica y los avances aplicados a las terapias génicas alargaban la vida, hasta el punto que se habían curado casi todas las enfermedades que habían diezmado a la población desde el inicio de los tiempos, enfermedades que diez años antes habían asolado la rutina de millones de seres en todo el mundo y como de costumbre nada salía gratis, uno debía pagar por todo aquello. Ningún gobierno dio tan magnífica prestación sin contraprestaciones, la de estos tiempos desde el 2030, era alargar la jubilación, ahora no existía el desempleo, todo el mundo tenía asignada una tarea por parte de cada gobierno coordinado por un grupo de influyentes tecnócratas, que se habían hecho con el control mundial, tras la catástrofe que hubo en el 2025, de la que estaba prohibido hablar y en la que la población mundial, se redujo considerablemente.
Aún podía seguir trabajando en el centro de control de comunicaciones de Isla Palba CCCIP) los dos años que me quedaban de mi aceptación por escrito de alargamiento (no piensen cosas raras) de la jubilación. Y podía vivir cuatro años más en un lugar paradisíaco, una especie de premio de consolación, de despedida, en donde terminabas tus días al cumplir 74, con una suerte de eutanasia activa que te facilitaban y a la que no podías negarte de ninguna manera.
Así pues, me quedaban seis años de vida, dos de un trabajo mecánico y cuatro de supuesto disfrute junto a personas de mi edad. En estos tiempos se suprimieron las religiones y las ideas políticas y la frontera entre las naciones, no había países ricos ni pobres, no había ningún tipo de segregación, ni por raza, ni por color, todos éramos iguales, pero unos eran jóvenes y otros viejos, sólo existían territorios habitados y territorios fantasmas, y a caballo entre ambos, algunas islas casi vírgenes donde finalizaban nuestros viajes.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Diario de a bordo: Nos pillaron y nos dejaron inmóviles...


Hoy todo es inmediato, se antoja casi insultante para los demás, para otros, para la gran mayoría, pararse a pensar en lo que pasa, y a ti te resulta un ejercicio hueco, una aspiración inútil y desfasada, por eso a veces vives casi como un autómata, sin pensar, no quieres tener tiempo para ello, aunque mates moscas con el rabo y te creas el mismo diablo. El mundo no se detiene por ti, sigue y sigue girando y tu te sales de su órbita cada día, pensando que podrás volver en cualquier momento, pero no estás seguro de desearlo, y otras, las más terribles, de conseguirlo siempre que puedas proponértelo. Piensas que el único flotador es la creatividad, el orden, el trabajo y te sientes funambulista barajando en medio de tales aspiraciones. Y si te dicen que estás muerto, asientes y piensas en quien te lo dice jactándose, como si fuera a vivir eternamente o como si él se mereciera el cielo y tú: el infierno.

Y piensas que el infierno a veces es éste, y el cielo también y coqueteas con ambos de puntillas o te pasas temporadas en un lugar, añorando otro.

El discurso articulado, el de todos y el tuyo más que ninguno, ha dejado de concitar la atención, vivimos en un mundo en el que la información se canaliza a través de los medios con tanta rapidez, que ya no tiene sentido desarrollar el pensamiento, si no es para expresar de manera breve y concisa. Si te andas por las ramas, si te detienes en metáforas, si quieres transmitir detalladamente, te despeñas y la cagas y la araña de la red te fagocita, como a un insecto pesado que molesta con sus boludeces.
Asistimos desde hace ya algún tiempo al derrumbe de los periódicos, de los libros, del formato papel, viejas leyendas que sobreviven con mayor o peor fortuna, ahogándose en el tsunami de lo tecnológico, la enciclopedia es un libro pesadísimo de consultar frente al rápido wikipedia, el saber está en nuestros dedos que nos deslizan con sus yemas al meollo de todo lo que hay y que puedes encontrar. San Google te muestra el infinito, ese en el que tantas veces te asomas y te sigue produciendo tanta satisfacción como vértigo.
Vas a cualquier bar y entenderás que los periódicos los leen siempre los mismos, y los diarios deportivos también, con su contraportada, un torpedo de flotación, a tus primitivos instintos. Conozco un sitio donde al lado del libelo del santo oficio, siempre está cerca el diario oficial del deporte patrio, con su reclamo inefable de contraportada, entre cerveza y rubia se desliza alguna morena.
Todo convive en ese lugar en donde nunca pasa nada, sólo la vida.

El boomerang vuelve, lo tiraste lejos, pero volvió con fuerza... 
Este insistente deseo de conocimiento, el análisis, el estupor de la vida pasando ante tus ojos, montándote en su globo a veces y otras, quedándote en la tierra y viendo como vuelan otros sabiendo que pronto se despeñarán sin apenas darse cuenta y otros seguirán ascendiendo en la medida que sean libres, no impunes.
Otra vez te enfrascas y te enrocas, te pierdes y te disipas, te distraes y el tiempo vuela y otro día en el que no pasa nada, salvo algún anuncio de nueva corruptela, para hacer olvidar las viejas. 

Y qué más da? No, sabes que no son cosas de la edad exclusivamente,  te saliste demasiado de la línea como antaño, y te pusiste a pensar.






martes, 28 de octubre de 2014

La luna llena

La luna plena, llena, la linterna incandescente del cielo, parece un blanco agujero sobre el que pudieran pasar una a una las estrellas. Sin embargo ninguna estrella cabría en ese pequeño agujero, si tal cosa fuera.

Y tan grande y brillante nos parece en el firmamento, tan deslumbrante, tan mágica, una ilusión, una quimera, un espejismo que nos ciega, más una bella visión de la que no podemos apartar la mirada, como el enamorado de su amada. 
Y aún sabiendo este engaño de los sentidos, nos atrae con su magnetismo, nos eriza la piel, nos hipnotiza, nos transmuta con su poder, a los lunáticos, a los que sueñan despiertos y son alcanzados por sus flechas de plata, a los que son capaces de llegar al alba sin dejar de mirar al cielo para verla, a los que la buscan de día y entre tinieblas, como un faro en la oscuridad, como una brújula celestial, como una vieja amiga que siempre te acompaña y te sigue de cerca.
Anciana venerada del firmamento, guía de barcos y mareas, luminosa y hechicera, invocadora de cambios y evocadora de nostalgias, capaz de tapar al sol, amarillenta, rojo sangre, blanca leche del cielo, a veces negra, diana de versos, prostituta y virgen de poetas, musa de pintores, reclamo de aullidos y temores inveterados, dulce espectro de miles de millones de años, testigo mudo de la tierra, vigilante impertérrita de cuanto ha acaecido y de cuanto acaecerá sobre este universo tan lejano que vemos tan de cerca.

domingo, 13 de julio de 2014

Los espejos

El espejo transformó el mundo, el reflejo devuelto de nuestra imagen, la magia de mirarse uno mismo desde uno hacia el reflejo y del reflejo hacía uno. El icono de la vanidad, de la sorpresa, de la extrañeza, el reloj del tiempo, la simbología de lo inexplicable, el descubrimiento del niño que mira asombrado y mueve sus extremidades, guiña sus ojos, saca la lengua, posa intentando encontrarse, sonríe, ríe a carcajadas.
Surgió en las aguas y se industrializó como símbolo de poder a través de los metales, se perfeccionó con el vidrio y los cristales. El cristal era entonces, en sus inicios, tan preciado como el oro.
El espejo nos devuelve una visión unidireccional, hemos establecido con él una relación singular desde que éramos bebés, a través de él hemos creído conocernos por fuera y a veces también por dentro. Narcisos, eccehomos, proporcionados, desproporcionados, tullidos, lisiados, gordos, atléticos, altos, bajos, barrigones, sordos.
Una de las mayores tristezas de ser ciego es no poder mirarse en el espejo para saber qué cara tiene uno, cómo es su nariz y su boca, sus miembros, su cuerpo, la sonrisa y la tristeza y esos prados verdes de montañas preñadas de valles y hendiduras en la tierra cargadas de vida multicolor y de carne. No poder ver el mar ni la espuma blanca de las olas, ni el cielo que puebla nuestras cabezas durante toda la vida, ni la tierra ni el asfalto que pisamos, ni los ojos del ser amado, ni la belleza representada, ni la belleza presente en cada rincón del planeta. Amaneceres y atardeceres, noches de luna, y nubes flotando y cambiando cada día y nubes que desaparecen, y la lluvia cayendo…Porque nuestros ojos son cristales, espejos en los que se refleja el mundo. Hay gentes que sólo pueden ver su propio reflejo, pero no alcanzan a ver el reflejo del mundo, sólo pueden ver de cerca, a lo lejos no, también los hay que miran sólo a lo lejos. y jamás se miran en el espejo. No es necesario ser tan benévolo con uno mismo, siete veces menos bellos o siete veces más bellos, siete veces menos bestia o siete veces más bestia. El espejo multiplica los efectos y los defectos. exactamente por dos. O no? Hay veces que los espejos se multiplican por mil, o se convierten en puertas a otras dimensiones espaciotemporales, o se hacen añicos, esto dio lugar a supersticiones como la de la mala suerte asociado a su rotura, como en otro tiempo y ahora lo sigue siendo, derramar sal, que no es otra cosa que tirar el salario, nuestra riqueza.
Nuestra imagen plana está mermada de matices, necesitamos espejos tridimensionales, imágenes holográficas de nosotros mismos  al  unísono.
Hay gentes que se quedan atrapadas en los espejos,  saltan a su interior….y ven el mundo de otra forma. El espejo es uno de los símbolos de la humanidad. Obra de alquimistas, de magos, algunos dicen que de dioses. Presente en la mitología antigua y en la de nuestros días.
La literatura está llena de espejos o acaso el espejo está lleno de literatura.
Desde Narciso representando la vanidad supina, hasta Alicia introduciéndose en otra realidad a través de él, pasando por Drácula cuyo reflejo era inexistente como el del Hombre Invisible.
Desde la suntuosa Galería de los Espejos en Versalles, construída exprofeso para deslumbrar al visitante y mostrarle su cuerpo entero, hasta los espejos del Esperpento de Luces de Bohemia, esos espejos que te convertían en algo distorsionado. Desde la Venus reflejada en el espejo sostenido por el querubín que nos pintó Velazquez, hasta el personaje de la  bruja malvada y vanidosa, celosa de su belleza y temerosa de perderla por Blancanieves.

Desde la antigua Mesopotamia hasta nuestros días, el espejo es un artilugio totémico. Nos refleja a veces como maniquíes de nosotros mismos, nos devuelve lo que creemos ver o acaso lo que vemos. Los espejos han seguido conquistándonos en estos tiempos, al convencional se ha unido el espejo de la televisión, de los monitores que miramos, del cine que consumimos, en ellos vemos reflejados nuestras ilusiones, pesares, angustias y vivencias. Forman parte de nuestro presente y nos seducen con cantos de sirena, como en otros tiempos lo hicieron las aguas, los espejos de bronce y latón, las vidrieras y los cristales. 
Cuando te mires al espejo, seguro que ahora miras con otros ojos.

viernes, 11 de julio de 2014

Oh tempora!!!

La dependencia tecnológica es una constante de estos tiempos. 
Hemos introducido hábitos en el día a día actual que eran impensables hace diez o quince años. La ubicomunicación, la internet, la matrix que nos tiene atados a todos, en mayor o menor medida. Todo no está ya en los libros como decía un filósofo del siglo pasado, ahora todo está en internet, que tiene todos esos libros y nuestras vidas. Hemos aceptado las reglas, hemos firmado un contrato virtual que nos une casi de forma indisoluble, con esta enmarañada red, que cada cierto tiempo nos entretiene con tecnologías en boga, los sms se quedaron olvidados como un viejo recurso destinado a comunicaciones de compañías que no se atreven aún a enviarte whatsapp, compañías que te machacan con spams reiterativos que no te interesan en tu bandeja de entrada del gmail, del yahoo y del hotmail. Somos carne fresca que enseña sin ningún pudor su genero en forma de pensamiento, ideas, gustos y preferencias, audiovisualmente, gráficamente, por palabras, por textos, por comentarios, somos voceras gratuitos, prestidigitadores que buscan aplausos o adeptos, hemos descubierto un nuevo juego que nos permite comunicarnos con quienes queremos, hemos encontrado nuestro púlpito, nuestro espacio. Precisamos comunicar para sentir que estamos vivos y que esto no es un sueño o una pesadilla, que se repite con la insistencia de un boomerang. Somos actores de primera y segunda fila y voyeurs dispuestos a seguir realizando el rol para el que hemos sido preparados o para aquel que estamos dispuestos. Si no lo haces aquí, lo harás en cualquier otro lugar virtual, en tu correo, en tus búsquedas de google, en las cookies que controlan tu navegación, el porcentaje de internautas que bloquean las cookies. las galletas informáticas que te extraen tus hábitos de navegación, esas que saben lo que te interesa, lo que pueden ofrecerte, deben ser testimoniales, somos analfabetos tecnológicos la gran mayoría. Se nutren de nuestra simpleza. Descargamos aplicaciones cuyo modus operandi desconocemos, en nuestro teléfono inteligente, de forma gratuita, pensando que nos sale gratis, pero no te sale gratis, les estás ofreciendo en su bandeja tu vida, o al menos la parte de tu vida que a ellos les interesa. La realidad cotidiana se ha impregnado de lo virtual como una especie de parásito que nos extrae información que se vende al mejor postor. Les enseñamos cada parámetro que les interesa, las simpatías y antipatías, los likes, les decimos lo que nos gusta, saben lo que no nos interesa, lo que denigramos, lo saben todo de nosotros. Y frente a esto, tienes dos opciones, aceptas las reglas del juego o pones el interruptor de todo en modo off.



Oh tempora...

jueves, 10 de julio de 2014

Pesadillas



La chica se desnudó frente al espejo, se sonrió, encontrándose bella, sus senos parecían reírse de Newton y de la gravitación universal. Se depiló con suma delicadeza, pintó de rojo intenso, a juego con sus uñas, sus labios carnosos y sensuales. Alargó sus ya de por sí largas pestañas con rimmel, cepilló su cabello dorado, sedoso y brillante, se roció sutilmente con el perfume parisino que guardaba para la ocasión. Eligió su mejor vestido, uno blanco que marcaba con líneas tenues su estilizada figura… Se miró y remiró en el espejo, se tocó y retocó sus curvas, se vió desde cada una de las perspectivas posibles. Sonrió a su reflejo, a lo que ella veía de sí misma, estaba satisfecha de su imagen.

Su partenaire, en un punto distante de la misma ciudad, se disponía a afeitarse tras el zafarrancho de limpieza, imaginando una noche de siete y media.
Había conseguido al fin una cita con la chica cañón. Desde primera hora de la tarde se encontraba hiperactivo y excitable.
Abstraído en medio de su buena suerte, sonó el timbre de la puerta.
Era su vecina, señora ya mayor, viuda y algo sorda, que le rogaba en plan letanía le mirase el tdt, estaba viendo juan y medio cuando de repente dejó de verlo y le salió radio nacional. Siguió algo azorado a su vecina, que no paraba de gesticular y maldecir al mando y a la televisión. Por toda vestimenta, nuestro personaje llevaba  una toalla que le tapaba sus verguenzas y la cuchilla de afeitar en la mano.
Solucionó rápidamente el problema de la señora, sólo había que darle a una tecla del mando.
Intentó explicarle cómo podría solucionarlo cuando le pasara otra vez, pero la señora ya no le oía, visiblemente emocionada clavaba sus pupilas en la pantalla como hipnotizada, y le contaba que la que salía ese mismo instante por su idolatrado artilugio, era una vieja harpía, conocida suya, que había matado a disgustos a dos maridos y que buscaba un infeliz tercero.

- Toma asiento Emilio, quieres una cerveza? Te voy a contar la historia de esta bicha...
-   Doloooresss, tengo que irme, me esperan, otro día si eso.
- Como quieras hijo, pero el pograma hoy está mu interesante...
  - No lo dudo Dolores, pero es tarde.
- Adiós hijo, muchas gracias, no quieres una cervecita????
  - Gracias Dolores, me voyyy (respondía ya cerrando la puerta a sus espaldas)

Iba mal de tiempo, se había entretenido en exceso adecentando la casa, imaginando un colofón de película a su primera cita. En su nerviosismo, queriendo ganar tiempo afeitándose a la par que se duchaba, se resbaló con el gel de baño, perdió pie.
Como consecuencia del resbalón, la mano que sujetaba la cuchilla, quebró su firmeza, propinándose un tajo considerable en el bigote, tan incisivo, que por más agua que le echaba no paraba de manar sangre.
Salió de la ducha medio enjabonado y procurando mantener la calma en medio de aquel contratiempo tan fastidioso. Se colocó papel plateado en la herida, la intentó taponar con papel secante, pero seguía vertiendo sangre. Se puso una tirita y se sintió bastante ridículo con el aspecto que tenía, para colmo, era la única que encontró en el botiquín.
La tirita también se empapó del líquido bermellón. Su noche de siete y media empezaba como una blanca doble que se te queda colgada al final de una partida.
Ahora sonaba el teléfono, cuando ya se estaba colocando su camisa celeste tras volverse a meter en la ducha y secarse a toda prisa, advirtió que tenía una mancha de sangre!!!
Al otro lado del móvil sonaba la voz de su colega que se había quedado sin batería en el coche y le pedía que le ayudase a empujarlo, estaba a dos calles de su casa… 
Pero si su amigo no tenía coche…


Se puso una camiseta y unos pantalones cortos, llamó al ascensor y como tardaba en llegar bajó las escaleras como una exhalación. Corrió hasta donde estaba su amigo, empujó su coche que no arrancaba, una vez y otra, hasta que lograron hacerlo andar.
El amigo quería saber sobre su urgencia en marcharse, pero nuestro personaje no era de dar explicaciones, le incomodaba.

- Emilio, no te vayas, tengo que hablar contigo… lo de Gowex ha petao...
- No me jodas, invertí todos mis ahorros por tu culpa mamón...
- Eh, que yo también he perdido...
- Soy un gilipollas, lo peor es que lo sabía y aún así, caí como un perfecto imbécil.

Volvió al portal de su casa sudado y sangrante, contrariado, con el estómago chirriando y un nudo a la altura del pecho. Qué suerte; el ascensor estaba esperándolo…
Pulsó el séptimo, se cerraron las puertas y el ascensor emitió un ronco gruñido metálico y se paró entre la tercera y la cuarta planta. Pulsó el botón de emergencia, pero nadie contestaba al otro lado. Casi no había vecinos en el bloque, todos estaban de vacaciones, era verano en la ciudad. Con las prisas olvidó llevar su móvil, no sabía qué hora era, pero estaba seguro que ya en ningún modo iba llegar puntual a la cita.

Llegó un técnico que le sacó de allí en diez minutos, pero recordaba haber estado un tiempo impreciso que le pareció un suplicio.
Para entonces Emilio, contaba hasta tres mil procurando no perder la calma. La sangre, el sudor y la desesperación, habían hecho una liga a la que no estaba acostumbrado y que le resultaba especialmente cargante.

Vió a su chica o la imaginó esperando en el restaurante Millesmail sin perder de vista el móvil que había dejado en la mesa, aguardando un whatsapp, una llamada que no llegaba.

La imaginó levantándose de la mesa, enfadada, anulando la reserva, yéndose de allí a toda prisa, perdiéndose entre las calles de la ciudad, no sabiendo si regresar a casa, llamar a alguna amiga, o buscar en la agenda a algún pretendiente que pudiera sustituir a su inexistente amigo ausente. Toda la noche arreglándote para que te deje plantada un gilipollas que lleva guaseándote una semana.

Recreó cómo volvía para casa, ´cómo se quitaba la ropa con una mueca de fastidio, cómo se desnudaba, cómo se limpiaba su maquillaje y se sentaba frente a la cama, cómo se miraba al espejo sintiéndose un cisne abandonado como un patito feo. La vió desconectando su teléfono, durmiendo plácidamente tras un arrebato de amor propio que la relajó profundamente. Emilio pudo verla desde el ascensor, vio como Irene se acariciaba lentamente, pudo ver su cara de satisfacción, sus ojos cerrándose paulatinamente tras el climax.

Un beep insistente despertó a Emilio de su delirio matutino, había tenido una extraña pesadilla en la que todo parecía conjugarse para frustrar su cita con Irene, chica que conocía del fin de semana anterior. La nariz de Emilio sangraba y las sábanas estaban empapadas de sudor.

Abrió el whatsapp de su móvil, era de Irene.

- Salimos a cenar esta noche?

miércoles, 18 de junio de 2014

Tatuajes



El chaval se hizo un tatuaje en su brazo derecho, dentro de un corazón le grabaron el nombre de su amor; Jessi, cuyo nombre completo era Jessica de los Dolores. Jessica de los Dolores, se hartó del chaval y de su tatuaje insulso y encontró un nuevo candidato para lucir su nombre; Jonathan, que burro como él solo, se hizo otro que ponía - "Jonathan & Jessi", en artísticas letras ornamentadas. Jessica se buscó un nuevo recambio que se tatuó en sus muslos "Jessi, luz de mi vida"  Parecía éste el definitivo amor de Jessi, pero hete aquí que Jessi, volviendo por sus fueros, encontró otro loco dispuesto a eternizar su nombre de telenovela en su piel. "Jessi y yo" "Jessi, love" , "Jessi forever"  "Jessi only you" "Jessi ti amo" "Jessi always", jessi en letras de oro, Jessi ufana de coleccionar pieles con su nombre.
Jessi no buscaba el amor, sino pieles de incautos que estuvieran dispuestos a grabarse su nombre, buscaba hombres que la amaran e idolatrasen y grabaran su nombre esculpido.
Y encontró e inoculó su nombre de telenovela, en decenas de desorientados que quedaban obnubilados con su belleza, con su cuerpo de diosa, con sus ojos felinos, con su larga cabellera, con sus curvas de derrape.
Y cada piel arrugada durante toda una vida glosaría el nombre de la devoradora de pieles, o eso, o el laser.
Por entonces no había nada descubierto para eliminar los recuerdos de la memoria y las fallas del amor, de forma tan efectiva, como la tinta en la piel. 
La piel de Jessi no tenía tatuajes, pero adoraba ver su nombre en la piel de sus amores de recambio.
Cuando Jessi encontró otra piel que invadir, en la que quedaría su nombre esculpido en letras indelebles, no imaginó que sería ella la que terminaría tatuándose el nombre del último amor que había de tener, el único que se negó a tatuarse. Y ahora Jessi, rondando los sesenta, mira el nombre del amor frustrado cuarenta años antes, difuminado en su piel arrugada. 
Su único amor, el que se negó a tatuarse su nombre.

lunes, 16 de junio de 2014

La dualidad...



- Algo huele a podrido en Dinamarca, Horacio...

- No sólo allí, parece que se ha expandido al resto del mundo, profesor.

- ¿Crees que hay salvación posible?

- Ellos no van a salvarlo profesor, ellos van a salvarse  a sí mismos, aunque sea a costa de usted y de mí, de todos.

-Tienes muy poca esperanza en el ser humano, Horacio.

- ¿Y usted, profesor?

- Si te digo que no, te daré un mal ejemplo, por lo tanto, razonaré por todas las cosas que deberían llenarnos de esperanza.

- Adelante, enumere...

- Se despertará la conciencia entre vosotros y surgirán salvadores de la humanidad y de la tierra que la alberga por doquier, desaparecerán los errores en los que llevamos tropezando miles de años. 

- ¿De la noche a la mañana, profesor, eso es muy optimista, no?

- Eso está ocurriendo a través de las propias herramientas que se han hecho universales, todo se ha multiplicado, los tiranos y los profetas, los elegidos y los parias, los poderosos y la caterva, pero habrá escogidos entre éstos últimos que harán de la tierra un lugar más hermoso y habitable.

- Eso sería un caos profesor, usted sabe que para que eso ocurra, tendría que haber un apocalipsis, un armagedón, una exterminación importante de gran parte de la humanidad.

- Horacio, te empeñas en que todo tiene que acabar explotando como una traca, hay fórmulas para evitar eso, creo en la inteligencia y la bondad humanas, no podremos ser felices en un lugar donde puedan morir millones de personas, entre ellas, amigos, familiares, gente válida de cualquier signo. Crees que el hombre sigue siendo un lobo para el hombre. No podemos cimentar el futuro sobre una tierra en llamas y cenizas, sobre los huesos de semejantes.

- Profesor usted sigue la lógica del optimista? ¿Lo hace para fomentar el diálogo, para poner encima de la mesa, la dualidad? ¿Está convencido de ser mi contrapunto? ¿Cree usted en lo que defiende profesor?

- Quiero creer hijo, que tenemos la capacidad de solventar cualquier situación extrema con el menor de los daños posibles, confío en la armonía del universo, aunque su origen sea el caos, la vida no puede ser destruida, nuestra labor debe ser hacerla más perfecta, adaptarla a los cambios, respetar y lograr el máximo equilibrio.

- Profesor, su optimismo me abruma y habla de una forma genérica que me asusta.

- Horacio, te asusta el futuro porque te asusta el presente, eres tu quien debería defender la teoría que yo defiendo, porque tu eres quien puede cambiar las cosas, eres tu a la vez, el principio y el fin de todo lo anterior.

- Vuelve a generalizar en mí a la juventud, profesor.

- Yo sólo puedo alentarte para que luches y seas mejor, más disciplinado, más trabajador, más entusiasta, más meditador, de esa forma, estarás creando tu propio destino, de la misma forma que lo pueden hacer cientos de miles de personas, cada vez lo harán más y mejor.

- Puede que lleve razón profesor, pero...

- No te convenceré de nada, pero sabes que la única forma es la que te cuento, no puedes salirte del sistema, debes luchar dentro de él para cambiarlo, porque si vives de espaldas a él, el sistema podrá contigo. Así pues, mejórate a ti mismo, mejora tu entorno, lucha cada día como si fuera el último, no te abandones a la pereza y al conformismo, proclama en lo que crees y actúa con el ejemplo, no sólo con hermosas palabras, de esa forma, al menos, tal vez encuentres la paz que ansias y el camino en el que crees.

- Amén, profesor.




jueves, 12 de junio de 2014

El profesor


El profesor Heliodoro Lienmayer tenía su propia metodología, sin ser métodico.
Escogía al azar un día de la semana, para hablar de filosofía sin ceñirse al plan académico. Ese día, su concurrencia eran estudiantes novatos, de primer año, recién llegados a la universidad.
El Profesor Lienmayer amaba su profesión, tenía su propio sentido de la filosofía, tan subjetivo y ecléctico como el compendio de la filosofía misma, según él mismo pensaba.
En el aula tomaban apuntes y notas un grupo reducido de alumnos, no llegaban a treinta, si bien el aula podía albergar a más de doscientos. El profesor sabía que cada vez interesaba menos la filosofía, que parecía una disciplina relegada a la docencia o al estudio de sesudos filósofos de antaño...

Divagaba sobre sus insustanciales conjeturas de aquel primer día de un nuevo año académico, ser filósofo y a la vez un hombre corriente, con una familia casi testimonial, sólo vivía su anciano padre, no tenía compañera, ni hijos, se había entregado por completo a su pasión por la filosofía y los libros, era distinto a otros compañeros que llevaban una vida más al uso, con hijos, mujer, hermanos, padres, suegros, profesores de filosofía que pululaban por universidades e institutos, con una una hipoteca, un perro, un coche destartalado. Lienmayer tenía cierta serenidad y desapego de las costumbres sociales, sin ser un misántropo, vivía como tal.


Comenzó a hablar al auditorio, tras un carraspeo que sirvió para llamar la atención y de paso acallar el rumor que empezaba a crecer entre el nuevo alumnado, al que Lienmayer escudriñó con su mirada, reparando en el escaso número de mujeres que había en su clase...

"Tomen nota o escuchen, o ambas cosas, como quieran...
En el 2011 se alcanzaron los 7000 millones y pico de seres humanos en el mundo.
Más de 4000 millones de ellos en Asia, el resto, repartido entre los demás continentes. 
¿Cuántos pensamientos y neuronas caben en siete mil millones de cerebros a lo largo de la historia de la humanidad? ¿Cúal es la cualidad que nos identifica como los seres vivos supuestamente más creadores, transformadores y destructores de esta tierra que pisamos, de cinco billones de años, en la que apenas llevamos dos millones de años?
¿Qué nos diferencia de cualquier otro ser vivo, de cualquier animal o planta? 
¿No somos acaso finitos, no nacemos, no vivimos, no nos reproducimos y morimos cada uno en su tiempo? 

Nos diferencia todo cuanto hemos inventado para saber, para vencer cada miedo e interrogante, para saltar por encima de la plausible idea que estamos de paso y somos enteramente prescindibles, aunque para todos, la existencia sea la primera razón por la qué vivir, todos sabemos que el viaje tiene un comienzo y un fin certero, sabemos el comienzo pero el final está velado.

¿Acaso sabemos el nivel de sensibilidad e inteligencia de otros seres vivos, de otros animales, de otras plantas y árboles? 
De cualquier cosa que tenga vida propia... 
Somos hechos de la misma materia dicen algunos sabios, pero la materia es un concepto enteramente humano. ¿Acaso sabemos el origen y la finalidad de lo que hemos etiquetado como materia? ¿Conocemos la nada? ¿El vasto universo infinito? ¿La no existencia y la génesis del primer átomo de vida? ¿Acaso algún día podremos acceder al conocimiento velado durante milenios? Hipótesis y teorías innumerables para explicar enigmas sobre las que aún albergamos todas las preguntas. La filosofía parte de la interrogación, de la necesidad de saber, de nuestra curiosidad.
La tierra nos da la vida y en ella terminamos depositando cada átomo de nuestro cuerpo, cada código genético, cada resquicio de sangre y huesos para terminar convertidos en polvo, en barro, en cenizas que un día se integrarán en los eones de cenizas que vagan por el universo formado de materia y generando nueva materia, el universo conocido y el que nuestros instrumentos y ayudas tecnológicas actuales son incapaces de mesurar, de calibrar, de atisbar ..."

El profesor se quedó callado, miró su reloj, había llegado al ecuador de la clase y sentía que se estaba yendo por las ramas.
Los alumnos se miraban perplejos y escuchaban atentos.
Volvió a mirar su reloj e inesperadamente propuso un debate.

Los alumnos siguieron sentados, prestos a seguir tomando notas.
El profesor preguntó en voz alta si alguien sabía el objeto y la causa de la filosofía, alguien levantó la mano sin mucha convicción.

Horacio S. empezó a hablar tras la aprobación del profesor Heliodoro, que miraba con atención a éste, por alguna extraña razón, su cara le resultaba familiar, había algo en sus ojos, en la expresión de su rostro, en sus facciones... 

" La filosofía es la búsqueda incesante de preguntas sin respuestas por el mero hecho de amar el saber". 

El profesor asintió, dio las gracias a Horacio y continuó impartiendo su improvisada clase, pero seguía pensando en la cara de Horacio, cada vez con más intensidad, como si una idea fija se hubiera instalado en su cerebro, y de pronto, una luz se abrió, entre oscuros recovecos viajó a su pasado más remoto, a la adolescencia, casi 40 años antes... Continuó hablando como un autómata, ya su propio discurso era una cantinela para sí mismo. 

Su visión le dejó tocado, muy tocado... Pero seguía con su clase.

- Es desvelar lo que permanece oculto a nuestro intelecto, contagiarnos de la llama que nos hace ir más allá de cualquier prohibición ética, moral, racional incluso, para desvelar la verdad, es luchar por dotar de un sentido a nuestra finita vida, un regalo que disfrutamos y malgastamos pensando demasiado, qué contrariedad que por amor a una idea, uno termine empeñando su vida y haciendo de ello un premio o un castigo, porque a medida que utilizamos más el intelecto y la filosofía, seguimos sabiendo tan poco como al principio del viaje y si logramos saber, a veces, no es más que una pequeña muestra que no nos sirve de nada, frente a los grandes interrogantes de la humanidad desde el principio de los tiempos.  

El objeto de la filosofía debe ser vivir aprendiendo o aprender a vivir, sin ser un ser de apariencia humana con instintos básicamente primarios.

En un giro inesperado, el profesor le preguntó a Horacio S. qué le había impulsado o llevado a estudiar filosofía.

Horacio S. se mostró dubitativo por unos instantes para terminar respondiendo, que su filósofo favorito fue, era, su madre...


Algo contrariado el profesor, preguntó la razón de aquella admiración.


- Profesor Lienmayer, mi madre es una persona estoica y fuerte, me enseñó a amar los libros, a no prejuzgar, a buscar la verdad.


- ¿Cómo se llama tu madre, Horacio?


El resto de la clase asistía atónito al extraño diálogo que se estaba produciendo en medio de la clase del reputado profesor.


- Sofía Senda

El profesor tragó saliva, y retrocedió unos pasos para buscar casi a tientas la silla, no había sido ninguna mala pasada de su mente, se confirmaron sus sospechas, aquel chaval era idéntico a ella.


Lienmayer recordaba a Sofía, la amó en su adolescencia, fue un amor inconfesado, secreto, un amor en silencio, de esos que se forjan como ideales y que dicen ser platónicos. La vida les separó después, y ahora al cabo de cuarenta años, se encontraba con el que podía haber sido su hijo, con el que tal vez fuera su hijo. 


Porque Lienmayer volvió a ver a Sofía diecinueve años antes en una noche de verano y curiosamente allí frente a él, tenía al fruto de su amor, o no.

Horacio S. le recordaba a él mismo, a su anciano padre, a Sofía, sí, tenía que ser, no podía ser de otra manera. Qué giro del destino.

H. Lienmayer dio por finalizada la clase, visiblemente emocionado y a la vez confuso, supo en aquel mismo momento que tendría que replantearse el sentido de su vida y la base de su filosofía, tras descubrir que una parte de sí, podría vivir en un futuro, que hasta entonces había sentido como un gran agujero negro.





jueves, 29 de mayo de 2014

Políticamente incorrecto


Resulta que sus señorías se ponen alteradas, que los pertenecientes a la cosa suya, para ellos; cosa nostra, despotrican contra la irrupción de nuevas opciones políticas que tachan directamente de bolivarianas, fascistas, frikis, iluminados, raritos y/o terroristas, como si ellos tuvieran en exclusiva el dogma de la democracia, como si ellos fueran un espejo en el que mirarnos, como si hubieran predicado con el ejemplo del buen hacer, de la excelencia en la gestión de lo público.
Y alientan sus señorías desde sus atalayas y poltronas a sus fieles seguidores, a sus devotos votantes, a sus miembros más acérrimos, a concatenar y expandir sus argumentos, a darles fuelle, a viralizar en las redes y en los medios, la descalificación por sistema y tildar a los nuevos partidos y a las figuras que los representan, tras haber ganado peso específico, con toda clase de adjetivos generalistas y oportunistas, con etiquetas peyorativas, y puede que lleven razón, no los voten si les asustan, pero el juego de la democracia no era defender ideas? ¿Y qué son las ideas? ¿Y qué es la democracia? Conceptos inventados por el hombre, igual que la política. ¿Acaso la política solo sirve en este país para defender a unos pocos contra unos muchos? ¿Tendremos que terminar todos diciendo que vivíamos mejor con Franco y contra Franco? ¿Tendremos que estudiar la figura del Sr. X para darnos cuenta que es un bocazas que solo se lame su trasero y que decía ser socialista cuando solo es un socio listo? Un bocazas que solo defiende su status y sus innumerables cargos. O tal vez leer los discursos del Sr. A, otro pluriempleado y pluripagado y pluripremiado como toda la lista de ministros, congresistas, diputados, senadores, asesores, gentes con carné del partido tal y del partido pascual, que no conocen el problema del desahucio, ni del desempleo, ni de la exclusión, ni de la educación, ni de la sanidad y les importa un bledo, porque tienen sus garbanzos asegurados y sus cotizaciones repuntan al alza. Pues imagino también como ciudadano que soy, cada vez con menos optimismo, que entre los votantes de A y B, hay muchos cabreados, muchos incómodos, muchos descontentos, muchos que se sienten traicionados, porque todos tenemos sentido de la justicia, todos tenemos nuestros propios ideales y todos son respetables, todos a veces podemos salir de una secta que nos atrapa y que no nos permite pensar con claridad ni objetividad.
Y ha tenido que ocurrir esto para darnos cuenta que la política de estos últimos años, solo es mamandurria y desgaste del adversario para medrar los acólitos de tal facción sin menoscabo de la otra, para que haya juego y alternancia. 
Si hay muchos que quieran comer de la tarta, la tarta se termina antes, es más, la tarta corre peligro de quemarse en el horno.
Y digo yo, como simple ciudadano que soy, que a lo mejor sus señorías, siendo tan listos y conociendo tan bien las entrañas del poder al que llevan aferrados tanto tiempo, no preveían que esto podía pasar, que surgiera el populismo, ese al que tanto temen pero tanto utilizan en sus huecos discursos.
Y así a lo mejor, sus señorías que empiezan a ver como retroceden y cercenan sus tentáculos de poder, toman nota y comienzan a actuar en consecuencia y luchan por atajar desmanes y eliminan a tanto parásito y mueven de sus mullidos asientos a tanto asesor inútil, a tanta morralla que solo busca enriquecerse, a tanto ministro figurante y monigote, a tanto mentiroso compulsivo, a lo mejor sus señorías toman nota y empiezan a preocuparse por la población no como electores, si no como ciudadanos que tienen derechos a la información, a la transparencia, a la igualdad de oportunidades, a ver si de este modo, sus señorías caen en la cuenta que los ciudadanos desean y necesitan imperiosamente unos políticos íntegros, sin sombra de sospecha, unos políticos al servicio de los ciudadanos, no de los lobbys de poder económico o territorialistas.
A lo mejor sus señorías se dan cuenta que ya llevan demasiado tiempo en el poder y esto ha desgastado su discurso y solo hay que ver los resultados y el cabreo y descontento monumental de una población mayoritaria, hastiada y desorientada, descreída y desilusionada. A lo mejor sus señorías caen en la cuenta que deben dar un giro de 180 grados y hacer lo que realmente prometieron a su amada y pisoteada constitución, a sus bien amados electores.

Ah no, creo que no, que sus señorías buscan ahora un gran pacto de estado entre liberales y moderados, o entre republicanos y demócratas, o entre gente de izquierda y de derecha mayormente votadas, pongan la etiqueta que quieran sus señorías... 
Así el país no irá a mejor, pero al menos, sus señorías estarán seguras que no perderán sus privilegios, cada vez más en entredicho, cada vez más en la cuerda floja. 
Si esto no es sectarismo integral, es el gran trust de la política, de la política rancia que estamos viviendo. Salud.

martes, 27 de mayo de 2014

Las inquietudes de Horacio Boluder



Citando a San Francisco de Sales, su vieja enemiga o amiga, a estas alturas no lo sabía bien, le tecleó a más de 400 kilómetros de allí ;  
"Se aprende a hablar, hablando. A estudiar, estudiando.  A trabajar, trabajando. De igual forma se aprende a amar, amando".

Aunque ella no veía su cara, él empezaba ya a teclear mecánicamente, para finalizar oscilando su cabeza buscando una concentración esquiva y corroborando su estupefacción, enviando un emoticono, con gesto avergonzado.

Su amiga que le conocía de años atrás y de interminables noches de chateo compulsivo, sabía que Horacio Boluder no se tomaría a la ligera aquella cita tan simple como desestabilizadora. Horacio era susceptible.

Cuando no tienes réplica instantánea posible, lo mejor es callar, tragar saliva, sonreír... Eso hizo, de hecho el sabía que como mejor se aprende algo es callando, si no tienes el don de la retórica instantánea y aunque no era este el caso de Horacio Boluder, a veces se mordía la lengua, contenía la respiración, se obligaba a sopesar su inclinación natural a responder como una ametralladora a ráfagas, sin vacilación, a quemarropa, hecho que le había propiciado disgustos innecesarios y prescindibles.

A fuerza de errar, de equivocarse, de probar, de volver a errar, de volver a probar, de variar por poco, de variar por mucho, había terminado aprendiendo que se consigue más con el silencio que con la mejor de las retóricas, que el fondo del estanque termina viéndose en todo su esplendor cristalino, cuando las ondas sinuosas del agua cambiante, se han calmado y disipado.

Saber esto no era óbice para infringir el axioma que tanto le había costado aprender. 
El silencio, llave de un conocimiento que se le escapaba, por la vehemencia de patearlo de forma impulsiva en el deseo de justificar, de compartir con su propia conciencia de las cosas, en un venerable propósito, anulado siempre por una predisposición incurable y casi enfermiza, cuyo desenlace era a menudo, una polémica infructuosa, un laberinto sin salida, un coitus interruptus, un guiño sensual, una invitación a hablar sin tapujos sobre cualquier tema por extraño que fuese, un vis a vis electrónico y lejano que terminaba convirtiéndose en algo casi íntimo y cálido, un sucedáneo del amor carnal, una reinvención necesaria adaptada a su momento.

Debía poner en práctica algunos gerundios reiteradamente postergados, algunos gerundios sobre los que no tenía ya el control o lo perdió años atrás. 
Callando, callando... Se repetía el gerundio pero no era capaz de callar, mucho menos era capaz de abandonar el hábito de la escritura que le perseguía como una especie de llamada interior, una catarsis, una liberación, un desahogo, un intento de ordenar su mente, de establecer una disciplina al desorden del vaivén continuo de su adictivo cerebro. Una práctica que le hacía sentir cómodo enlazando palabras en armonía, construyendo frases y pensamientos, historias reales e inventadas, ficciones y ensoñaciones. Cada historia pergeñada por Boluder destilaba esencias oníricas e imágenes interpoladas de la realidad y la ficción.. Distinguía aún cada ensoñación de cada realidad, pero era cuestión de tiempo que ambas confluyeran un buen día para atraparle en la creación desmedida que deseaba, desde la primera vez que se sentó frente a un papel en blanco. Las musas ya no eran sus enemigas, empezaron a apreciarlo quizás atraídas por su ingenuidad.

Exprimiendo en la razón de ser, de tan inútil como huero ejercicio, pensó que aún seguía ensimismado en soñar, actividad lúdica y vital que aprendió soñando cada día, que soñar era lo que mejor hacía y de lejos lo que más satisfacciones le reportaba, ingeniando las formas y las construcciones como puzzles en que los sueños, acababan convertidos en palabras. Su mundo onírico tenía una continuación en el reflejo escrito.

Entonces pensó que Laura tal vez sólo quiso decirle eso, que no era más que un soñador, un soñador contumaz que aún no había aprendido a amar, que aún no había aprendido a hacer cosas que requerían el esfuerzo de la voluntad, de la predisposición, de la razón vital que mueve a otras personas a convertirse en un profesional de algo o en un amante, amante de veras. Tal vez Horacio Boluder era sólo un tipo que estaba estudiando, viviendo, arrastrando su existencia, sin saberlo, para amar, su bagaje final era el amor y él lo ignoraba. Así pues... ¿Por qué razón Laura, le había dicho que para aprender a amar, debía experimentar amor?  Un raro vértigo, un pensamiento doloroso le golpeó su cerebro, en la idea que Laura, le había señalado simple, lisa y llanamente, que él no estaba preparado para amar porque no había amado, que él no podía amar entonces porque había amado muy poco o no lo suficiente, y encogió sus hombros y repasó su pasado. Ahhh... sí, recordaba la pasión que había sentido con cada una de las chicas, muchachas y mujeres que había amado en cada período de su vida, recordaba el primer beso de una chica adolescente siendo él mismo adolescente, hizo una introspección más remota para rememorar su amor en la niñez, recordó los juegos inocentes del amor en verano, la primera decepción, recordó su primavera del amor, cada nudo en el estómago que había sentido, cada uno de sus escarceos y flirteos cuando ya era un consumado y experto amante, la piel erizada de deseo, sus piernas temblando ante la emoción del encuentro clandestino cuando era un inexperto amante, recordaba la sonrisa y los rostros de cada una de sus amores, sus pupilas dilatadas, el tacto de cada una de las pieles, el olor de sus cabellos, de su piel y de sus adentros, los ojos sumisos, los ojos destellando ternura, las miradas gélidas del olvido, el dolor de la pérdida, las lágrimas por quienes se alejaron, los reencuentros, los enfados, las reconciliaciones, la ruptura, vuelta a empezar, dolor, reinicio, reprogramación, tirada de toalla, evasión, amores casuales y causales... Recordó que bello era volverse a enamorar y lo especial que uno se sentía cada vez que sucumbía al sentimiento del que estaba enamorado; el amor.

Ahora Horacio Boluder se preguntaba si aquello había sido amor o sólo una búsqueda de algo que aún no había llegado, algo importante que estaba por llegar. 

Qué difícil le resultaba callar, estar callado, dejar de trasladar aquellas impresiones por escrito a Laura con quien nunca había hablado de ello, respirar hondo y conceder la importancia justa a aquella cita lapidaria del santo de un pasado muy remoto y no por ello menos cierto, con que su amiga le había regalado.

Imaginó en otro orden de cosas, ajeno a la piedra catapultada que le había lanzado Laura o quizás en clara relación con ella, cuán difícil era responder con una sonrisa a cada provocación, qué difícil era ser digno tratando con gusanos o víboras, que complicado ceder ante la soberbia deforme de los espejos, ante la sobradez y la altivez de quienes se creen superiores sin serlo, ante la suerte y la fortuna desiguales, ante los designios extraños del destino, ante el despertar de cada día en el mismo lugar sin variaciones durante meses y años, qué enormidad de roca tarpeya escalada a diario, qué misión tan ingrata sucumbir ante la insolidaridad de los acomodados y aceptar sus juicios fáciles, sus tópicos sobre la existencia, sobre el amor que desconocen y dicen experimentar, qué pereza enorme reinventarse cada día, tirar flotadores al naufragio que uno mismo y el inexorable tiempo hacen de ti lo que eres, sin quererlo, ni comerlo ni beberlo y ahora caer en la cuenta, que aún no has conocido el amor, que tal vez nunca amaste, que sólo estabas enamorado de la idea del amor, que únicamente quisiste con todos tus sentidos, pero no llegaste al cenit, a eso que llaman amor.

Oh Horacio Boluder y qué jodidamente duro asumir que un reloj marca impasible y por su cuenta, ajeno a demoras y retrasos, un tiempo que ya no es tuyo, que corre en tu contra y en tu cuenta atrás y te lleva al inicio de otra decena de años, esa decena en la que pierdes para siempre ya sin asomo de recuperación, tu preciada, amada y loada; juventud. 

Horacio, qué jodienda asumir que tus años se cuentan por decenas y tus sueños son intemporales, por eso te empeñas en seguir escarbando en ellos, ya sea dormido o despierto.

Dos días más tarde de la conversación con Laura, Horacio Boluder llenó de combustible su abollado coche y se presentó en la ciudad donde Laura vivía, sin avisarla, sin haberle escrito previamente... Pero eso es otra historia.

martes, 6 de mayo de 2014

Pequeñas tragedias cotidianas



Perder el móvil, la cartera, los papeles, las tarjetas bancarias, los documentos de identidad, las tarjetas de crédito de distintas compañías, el permiso de conducir, se dan con tanta normalidad, como el efecto de perplejidad, de contrariedad, inherente a tal eventualidad.

Desarmándonos, incordiándonos, llevándonos a un terreno tan jodido de atravesar como desesperante a veces, los departamentos de atención al cliente no hablan tu idioma, la página web te dice que te registres para poder quejarte, tienes que hacer una declaración jurada, ir al cuartel, al banco, al  cuartel, a la policía, al ayuntamiento, llamar a líneas 902 o 900, buscar una solución momentánea, hasta que volvemos a la normalidad secuestrada por el accidente de la pérdida o la sustracción. Aquí entran en juego habilidades en el manejo de este tipo de situaciones, de forma que puedes ahorrarte algunos pasos inútiles e innecesarios o por el contrario se puede convertir en un vía crucis, en donde puedes terminar asqueado de la burocracia y de la tecnocracia imperante, constatando cuán esclavos somos, de las cosas insignificantes que nos identifican a nosotros mismos con el entorno.

- Eh, es que he perdido todos mis contactos, el móvil estaba lleno de fotos, era mi agenda personal, ahí estaban mis cosas personales, estaba contento con él, hacía su trabajo, sólo me pedía cargar su batería. Ahhh, además tenía ahí todos mis contactos de trabajo.

- No sabes como te comprendo, me paso lo mismo hace dos o tres años, pero piensas para ti:
“ Pero si no te llaman machote, pero si hace dos años que no trabajas, nadie se acuerda de ti para trabajar, tu móvil pita con los correos del operador telefónico, de las compañías que gestionan los servicios que tu usas y pagas a precio de oro; luz, gas, agua, el mismo internet… Sólo te llegan facturas y correos basuras”

Te han robado tu cartera, con tu dni, el dni de tus hijos, el carnet del polideportivo, el del gimnasio, el carnet de estudiante universitario, la tarjeta del carrefour y del día, la del corte inglés, la de zara, los cupones y sorteos de loterías variadas que aún ni habías comprobado, esos que nunca tuvieron otro premio que algún reintegro aislado con lo mínimo despachable.

A la angustia que te sobreviene por la pérdida de la cadena que te mantiene en contacto con la realidad o la cotidianidad, que viene a ser lo mismo, la misma que casi nos iguala a todos, sea un artefacto o una cartera llena de tarjetas de plástico y algún dinero, unimos el miedo y la duda sobre el uso que puedan dar a nuestras extensiones, no de cabellos, extensiones de nosotros mismos, el móvil con su agenda repleto de contactos de los cuales únicamente te llaman 4 o 5 a lo sumo; tu hermana, tu padre, tu madre, tu amigo para beber cervezas o para salir de fiesta o el pesado de turno que te bombardea a whatsapps en cualquier grupo que tienes que silenciar desde el minuto cero. La inmediatez nos ha absorbido sin darnos cuenta y el afán por tenerlo todo controlado y estar on, es moneda corriente. No podemos imaginar una vida sin móvil, sin cartera no pasa nada, por lo general, está vacía. Pero si se te pierde, tendrás que pasar el quinario relatado antes.

Estamos presos de la tecnología, no sabemos vivir sin ella y convivimos con ella rozando límites patológicos. Y así acatamos como cosa cierta e ineludible, la ruptura de cualquier relación sentimental, o ponemos parches que arreglan pinchazos que vuelven a repetirse, desechando nuevas versiones de software o actualizaciones que no sirven para nada en los asuntos del corazón, podemos cambiar de pareja cada cierto tiempo tan fácil como de móvil o de calcetines, los sentimientos se mueren, se atascan, se transforman, pero nuestro dispositivo móvil y nuestros papeles, documentos y tarjetas, deben estar plenamente operativos, sin ellos, perdemos la conexión a esta extraña realidad que nos ha sido dada hace apenas diez años y a la que casi todos hemos terminado sucumbiendo.

En breve nos implantarán un chip para saber no sólo lo que pasa en nuestro exterior, también en nuestro interior, harán de nuestro cuerpo un objeto de estudio y consumo al servicio de las corporaciones de siempre y acabaremos aceptándolo con la misma supuesta naturalidad forzada que llevamos aceptando esta globalización tecnológica que parece comunicarnos a todos, en un inmenso espejo de vanidades, con reflejos deformes y palabras prostituidas, una inmensa maraña o telaraña llena de conexiones inútiles, de contactos baldíos, en la que a veces ocurren cosas extraordinarias, de repente alguien que está en tus antípodas, puede incluso comprenderte, o cuando menos, tacharte de loco y ser loco en estos tiempos, no es nada extraño, es más, es hasta una especie de suerte.