miércoles, 27 de mayo de 2015

La Venta de La Sal

Un día tuve la suerte de compartir una charla agradable y estimulante, hablamos de la actualidad y como no, del Quijote.
Mi memoria no recuerda bien aquella conversación digna de haberse registrado, así que trasladaré los hechos de forma subjetiva y adornando el relato, ya me he tomado yo solo la licencia, que para eso lo narro. Narrar los hechos de forma objetiva y narrar todo lo que puede acontecer en una conversación a cuatro bandas, es únicamente virtud de pocos y yo no tengo esa habilidad ni de lejos, pero me dejaré llevar por mi particular Cide Hamete.
Esto me ha dado que pensar que las historias que nos han contado, siempre están adornadas, son mezcolanza de hechos reales transfigurados en leyendas, mitos basados en realidades y realidades que se convierten en mitos, o verdades adornadas o mentiras bellas.
Un amigo puso el cebo del socorrido D. Quijote, y de repente, otros que había en esa tertulia, entramos al trapo. Que si Sancho era una invención de Quijote, que si Sancho no era nada ni nadie sin Quijote, que cuando Sancho se quijotizaba, Quijote se sanchizaba. Que el Quijote realmente veía molinos, pero que a él le daba igual, era un puto tozudo y su ilusión y ganas de cambiar su monótona y sedentaria existencia, era infinitamente más atractiva y mayor que la realidad ficticia, sosegada y aburrida que le envolvía.
Que el narrador omnisciente de las desventuras del mismo Quijote, era tal vez ese mismo caballero, aventurero y escritor, transfigurado por gracia de su pluma en loco hideputa desfazedor de entuertos, en una exageración de sus propias vivencias y que Sancho era la representación de su negación, el escalón más bajo de la pirámide, el hombre animal que se refriega por su barro ufano, aferrado a su miedo o feliz de no pensar. Sancho no sólo es su acompañante de aventuras y desventuras, es tal vez su alter ego y se nos pasó por alto Dulcinea, pero que conste, que yo pensé en ella y en lo que representaba para la locura del caballero, para su "sinrazón".
Citamos al inmortal Quevedo y miramos los muros de nuestra patria, de la carrera de la edad cansados... Entre habas con poleo, chocos fritos y cervezas, no eran las bodas de Camacho, tampoco era el patio de Monipodio, pero era un aparte en una venta del camino, de ese camino en el que a veces confluyes con otra gente que da gusto ver y oír y te preguntas " ¿Qué cosa tenemos que amistad procuramos?, por aquel otro tan oído estos días "¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
A posteriori, pensé en la dualidad, ya en casa comencé a escribir llevado de la inspiración que me produjo aquel encuentro y la necesidad imperiosa de contarlo, pensamientos que hilvanaban una nueva historia, esa que nos acerca al origen y comienzo de todas las historias.
La necesidad del contrapunto, de la balanza y el equilibrio, de los logros y los fracasos, de como Dios tenía que tener un enemigo como el diablo, Adán no era nada sin Eva o Caín sin Abel, o Jeckyll sin Hyde, siendo ambos el mismo, o el padrino sin su consigliere o el presidente sin la primera dama, o Tarzán sin Jane, o nuestro yo sin la voz de nuestra propia conciencia, esa que a veces corta nuestras alas.
Y me vi de pronto, como nos mirábamos en los espejos sin reconocer nuestro propio rostro, o ilusamente reconociendo uno distinto o viendo en el reflejo de los otros a nuestro yo mismo, los flecos invisibles del propio yo, esos que se nos escapan. No sé por qué nos extrañamos de la bipolaridad si va implícita en nuestros genes y en nuestra prehistoria, el ying y el yang, lo humano y lo divino, lo humano y lo animal, lo sublime y lo cenagoso, la vida y la muerte, el amor y el placer, el hola y el adiós. Era agotador pensar en ello y divagar sobre temas por los que pasamos tan de puntillas, ocupados en otras cosas.
Hablamos del Arcipreste de Hita, que hace cerca de mil años, citó la máxima de Aristóteles que decía algo que en la época podría hasta parecer una perogrullada, y que ahora suena tan mal como esto " el home por dos cosas labora, la una por haber mantenencia y la otra por tener juntamiento con hembra placentera".
Decir esto delante de una mujer no es de buen gusto y contraviene las normas más elementales de educación, pero ahí estaba esa realidad incontestable, al menos en aquella época y tal vez también en ésta.
Todos creo que llegamos a convenir que en la actualidad viene a ser lo mismo, en esencia, ha variado poco. Seguimos siendo bipolares y tenemos el material genético mezclado, afortunadamente cada uno cree ser único y especial, por eso odiamos que nos coloquen otras etiquetas de lo que creemos ser para nosotros mismos o de lo que proyectamos ser, o nos mostramos igualmente ufanos de pertenecer a unas siglas que nos amparan o una ideología que nos define, ese clan que nos coloca en torno a un mismo fuego o una educación o una familia o cualquier otra devoción.
Por eso, a la que te descuides, como te de por desfazer entuertos o saques los pies del tiesto, o contravengas alguna regla sagrada, molerán a palos tus neuronas, querrán llevarte al cálido hogar y pintarán de color oscuro y tenebroso tu camino, pero no debería importarte, si al fin y a la postre llevas luchando contra molinos desde que tienes uso de razón. Y como ladran o mucho o poco o ni siquiera ladran, tú sigue cabalgando.