sábado, 5 de abril de 2014

Otro imperio...

Se preguntó quién estaba a salvo del imperio que regía desde mediados del XX. Se preguntó quién podría sustraerse al influjo de una cultura que nos bombardeó con radiaciones imposibles de repeler desde los rayos catódicos al celuloide, pasando por los planes políticos y el auge y la dirección de la economía capitalista. Todos picamos en Marshall y en sus cocacolas y mcdonalds, en sus héroes y heroínas, en sus cánones de belleza y comportamiento. Todos asistimos al poder omnipresente de la cultura anglosajona, todos terminamos pagando su forma de ver y entender el mundo. Asimilamos sus esquemas como propios, tamizados por nuestra idiosincrasia, pero imbuidos de su espíritu. Nadie pudo zafarse de los Marx, de Keaton, de Wayne, de Flinn, de Bogart y de Hepburn, de Hitchcock, de Scorsese, de De Niro, de Newman, Haywoorth, de Ford, de Henry y de Johnn, del ciudadano Kane que nos narró Welles, de Kennedy, de Kubrick, de Cimino, de Coppola y de Malick, de Vietnam, de Sinatra, de Elvis, de Creedence, de Kansas, de Forrest Gump y de Buggs Bunny, de Mickey y de Pluto, de Pedro Picapiedra y del jodido Correcaminos, de Lucas y Spielberg, de Travolta y Tarantino, de Cruise, de Crowe y de Kidman, de Pitt y Angelina, y de cientos de iconos que nos mostraron el american way of life, la cuna de la cultura contemporánea, los mass media, la cúspide de la pirámide de nuestras evasiones y de nuestros sueños. Vimos atónitos en la adolescencia como imperaban la frivolidad y el culto al cuerpo y la belleza, el consumo desaforado, los héroes que sobrevolaban por encima de la maldad para distraernos de la cotidianidad... Nos vendieron fumar y gastar, consumir y procrear, la familia y uno más, los lobos de Wall Street y los bandoleros de Lehman Brothers, los créditos blandos y los duros desahucios, las guerras por doquier y los cantos hippies del amor, paz y libertad. Nos durmieron y distrayeron con el rock, con su música revolucionaria? Noooo, sólo era para evadirnos, para que entrásemos en un mantra de inacción, para controlarnos. Nos drogaron con sus cigarrillos que nos vendía en la pantalla de un cine de pared blanca encalada un Clint Eastwood con un poncho mejicano, nos mataron con sus drogas creadas en laboratorios y exportadas como un negocio criminal, para el que ellos mismos creaban un fingido control; lsd, morfina, heroína, speed, marihuana, anfetaminas, metadona, cocaína, whiskis, ginebras, rones, vodkas, martinis, cubas libres, ...
Vimos como estallaba la burbuja y dominaban el mundo con organizaciones repletas de espías y de juegos sucios, nos desayunábamos con guerras e invasiones, con conflictos con países vecinos y débiles, con guerras frías con el oso, con extrañas alianzas para perpetuar un poder caduco. Y el imperio se desmorona, ya no podrán rescatarnos los héroes del cine, ni la chispa de la vida, ni el tío Sam, ni el presidente de nombre moro y de color, ya todo huele a tránsito y cambio, a naftalina recalentada, a rancio y canalla. El mundo necesita un nuevo imperio y quizás nuevos héroes y heroínas. La tierra regurgitará tanta miseria moral y tanta crisis endémica y nos barrerá de un plumazo para reverdecer como siempre hizo y crear una nueva era, la de aquellos que la aman profundamente por encima de razas y credos, la tierra abrirá un surco que se tragará a cada ser maligno, a cada oportunista contra la miseria, a cada bandolero sin alma, a cada enriquecido sin entrañas y sin escrúpulos, a cada monigote contra la individualidad, a cada ser programado y obediente, a cada marioneta del sistema.