sábado, 18 de junio de 2016

Revoluciones e involuciones

Mis conocimientos sobre la Revolución Francesa se reducían a cuatro tópicos, algunos minutos de estudio superficial y detalles a grandes rasgos, para salir del paso, eso, pensamos todos; son asunto de historiadores profesionales.

Sin embargo, a mí, que no soy un historiador al uso ni tengo acreditación que lo certifique, pero cuento historias, siempre me gustó indagar sobre la Historia, esa que se escribe con mayúscula. Aunque fuera a título de curiosidad, es realmente apasionante, por eso y porque hoy me acordé del famoso lema: “libertad, igualdad, fraternidad o la muerte” indagué específica y superficialmente, como no, de un par de fuentes, una la bendecida y denostada a partes iguales Wikipedia y otra, de una web francesa, mejor dicho, con la extensión http://www.diplomatie.gouv.fr/es, sobre la simbólica y archiconocida consigna, de la que únicamente conocía la continuación “ou la mort”, aunque para mi sorpresa, la frase era mucho más larga, eso me animó a profundizar un poco más. Espoleado por las dos visiones de ambas fuentes, para mi perplejidad o bien, con cierta lógica,  aceptación de la diversidad de opiniones, interpretaciones, argumentos y manipulaciones que pueda tener la historia. El caso es que ambas, diferían en el desarrollo de dicha frase y su aplicación o génesis y pervivencia en el marco de su época, de su tiempo.
“La frase nació en el transcurso de la Revolución francesa, pero no llegó a adquirir carácter oficial por ser un lema entre muchos otros. Apareció por primera vez en una declaración impresa del Club de los Cordeliers de mayo de 1791 sobre la creación de una «fuerza pública» para la defensa del territorio, cuyo uniforme llevaría una placa a la altura del corazón con las palabras Libertad, Igualdad, Fraternidad. La divisa se popularizó poco a poco, pero hubo que esperar hasta 1793 para que se impresara en documentos oficiales o públicos. El primero fue un decreto del Directorio del departamento de París que invitaba a los parisinos a que pintaran en las fachadas de sus casas la frase «Unité, Indivisibilité de la République; Liberté, Égalité, Fraternité, ou la Mort» («Unidad e Indivisibillidad de la República; Libertad, Igualdad, Fraternidad o la Muerte»)” Extraído de Wikipedia.

Si te remites a la página oficial citada antes, otra visión ajena a la Wikipedia y a lo que pudo ser la intrahistoria del lema; http://goo.gl/wVDcm0 , entonces, te cuentan esto otro
“A partir de 1793, los parisinos, imitados al poco tiempo por los habitantes de las demás ciudades, pintan en la fachada de sus casas la leyenda siguiente: "unidad, indivisibilidad de la República; libertad, igualdad o muerte. Pero pronto se les invita a borrar la última parte de la fórmula, demasiado asociada al Terror… Como muchos de los símbolos revolucionarios, la divisa cae en desuso bajo el Imperio…”
Entonces tienes que intentar pensar y situarte, haciendo una abstracción muy superficial de nuevo, bajo el momento histórico preciso que llegaba esta martilleante, impositiva, intolerante, coercitiva, amenazante frase, que te venía a decir, que si estabas contra la República, te jugabas dejar de ser, adiós a la familia, adiós al pan y al champagne, adiós a la biblioteca, a la tasca, a la vida.
La alternativa era sanguinaria; República o Muerte.

Qué jodida elección cuando no para de brillar el acero de la guillotina que ha descabezado más de 1000 personas, esto es lo que da pavor de las revoluciones, el terror, porque si no tienes más alternativa que elegir entre el gobierno imperante o que te cercenen la cerviz, la testa, el coco, la calabaza, la mollera, el triángulo, el tarro, la masa cerebral, los humos, los fluidos, y hasta la misma vida fulminada al compás de la caída de esa cuchilla oblicua e infalible en armazón de madera que se ha puesto tan de moda, pero como en los funerales lo bueno que tienen es no ser tú el muerto. No queremos verla, es nuestra pesadilla y nuestro miedo, no queremos caer en la espera angustiosa de su certero y veloz fin.

Ahí piensas que la guillotina al menos es rápida, pero nada más, te da igual de pánico, aún más de quienes están al cargo de ella, porque son arbitrarios y melindrosos, porque quieren infundir respeto con horror.
De aquí nació una adhesión inquebrantable a la revolución burguesa y a su “república” con la ayuda de exaltados que eran pagados y que ejercían de correa de transmisión, cuando no, de verdugos. Pero no todo podían ser malas noticias, algo más tarde, la propia República avergonzada, y en un 9 de Termidor, un 27 de julio de nuestro calendario del año convulso de 1794, ese terminator que acabó con Robespierre y veintiuno más de sus secuaces, empezó a mostrar el ocaso de tan aterrorizante instrumento.
Aunque su postrero y verdadero estertor en el país vecino, y esto sí que me sorprendió, fue conocer la última vez se utilizó de forma oficial, “tuvo lugar el 10 de septiembre de 1977; el ajusticiado se llamaba Hamida Djandoubi y era un inmigrante tunecino que había asesinado a su compañera.”
Cuando se aplica la censura en la Historia para estas cosas, es asombroso también, porque para la posteridad y afortunadamente para la integridad de todos los que vivimos en esta salvaje civilización, únicamente ha quedado el lema a secas “libertad, igualdad y fraternidad”, el caballo de batalla en el que se sigue moviendo la sociedad de ahora.

- Algo aprendemos de la historia, aparte que pueda ser repetida por ignorada, y es que la historia de la humanidad se parece a un patrón matemático que podría correr en compañía del movimiento de los planetas, del universo. También que los patrones de conducta humanos son similares en cualquier época de las civilizaciones.

- Tú y los planetas, tú y el sol, tú y las constelaciones, tú y tú manía por explicarlo todo, pero si sabes que la tierra tiene casi cinco mil millones de años, que nosotros no somos nada ni nadie, acabamos de llegar hace unas horas y tu revolución francesa pasó hace dos segundos.

- Tú y tu dimensión astral, no crees en los astros, además de un ser pensante, soy un ser que siente, y cuando siento, en ese tiempo para mí, se concentra la única eternidad a la que voy a tener acceso con esta forma humana, finita, frágil, quebradiza y con fecha de caducidad impresa. 

- Sí, luego serás polvo de estrellas.