martes, 8 de octubre de 2013

El café de los desenamorados

Todo tiene fecha de caducidad, hay sentimientos de quita y pon, nos enamoramos y nos desenamoramos. Nos ilusionamos y nos desilusionamos, lo que un día nos parece bello y atractivo con el pasar de los años, lo encontramos aborrecible, prescindible, lo que antes nos unía ahora nos separa, lo que un día nos desataba la sonrisa, ahora nos hace brotar las lágrimas o una mueca de hastío. Hay personas que sobreviven a la segunda fase con el recuerdo de la primera, personas que mascan la monotonía de los días grises, que se aferran a algo que se perdió, a algo que se ha perdido ya de forma irreversible. La primera fase a veces deja reproducciones del amor y entonces todo se magnifica aún más y todo cobra un nuevo sentido, dejamos de ser nosotros para ser para otros, para esos locos bajitos y esto nos da una tregua, pero la angustia está latente, vive dentro de una misma. En este tercer o cuarto encuentro, su amiga perdía la mirada en el color oscuro del refresco mientras le trasladaba todas sus reflexiones vitales, su experiencia del amor con los ojos vidriosos, creo que su pudor le impedía mirarle a los ojos, mientras le contaba todo aquello. El hombre se limitó a escucharla con mucha atención e intentó interrumpirla lo mínimo. Le gustaba su voz quebrada y la sinceridad y tristeza que emanaban de sus palabras. Siguió hablando la mujer, mientras el asentía con la cabeza, contándole cómo se enamoró y cómo se desenamoró y todas las veces que había pospuesto la decisión de abandonar todo y huir hacia delante. Encendió otro cigarrillo y dejó de hablar de sí misma, entonces clavando sus ojos en los de su amigo le preguntó a él, ¿ Y tú, por qué te desenamoraste? Y él empezó a contarle a su vez ... " Todo tiene fecha de caducidad ..." Cuando él acertó a decir que el amor era ciego y cuando no era ciego, era tonto, ella hizo amago de reírse, pero acabó dibujando con su rostro la resignación. Y así terminaron su breve pero intenso encuentro, y cada uno cogió su camino, despidiéndose con un beso cómplice que prometía nuevos encuentros. Creían saberlo todo el uno del otro, pero lo desconocían casi todo, y creo, que ambos secretamente, no tenían ningún interés en saberlo, sólo querían repetir otro encuentro que irradiara el mismo o parecido sentir, que el primer día que se vieron. El Limb0