viernes, 13 de enero de 2017

Paraísos artificiales


A imagen y semejanza de la vida real, en los espacios virtuales, se espolean los sentimientos y emociones positivas, que por lo general, despiertan el beneplácito y el aplauso de todo el mundo. Nos gustan las mentiras, las mentiras bellas y adornadas.
Se premia lo bello y la muestra de la euforia, nuestro amor por las artes y lo que nos apasiona, nuestras mejores poses, nuestras mejores intenciones, nuestros mejores trabajos y logros.

Hay una regla no escrita por la que intentamos compartir nobles sentimientos y mostrar lo mejor de nosotros mismos, ya sea con palabras, pensamientos, ideas o simples imágenes.

Bauman, un prestigioso sociólogo, recientemente fallecido, calificó de trampa a las redes sociales, un lugar en el que puedes añadir y borrar amigos a tu antojo, no como en la comunidad. Un lugar en el que te sientes menos solo, pero también un lugar en dónde el único sonido que escuchas es el eco de tu propia voz. Esta definición me parece brutal. Si te cansas de escuchar tu voz, puedes silenciarla, pero entonces no tiene sentido formar parte de una comunidad virtual, porque te conviertes en un voyeur.

Capítulo aparte merecen los dioses tuiteros, que condensan verdades humanas y divinas en 140 caracteres y son seguidos por cientos de miles de fans.
No es preciso tener habilidades sociales para usar facebook, no hay diálogo, por lo general.
No puedo estar más de acuerdo. Pero esto es extrapolable a cualquier otra red social o de contactos.
Tal vez por eso, si en facebook te sales de ciertas reglas y cánones, tarde o temprano empiezan a ignorarte, nadie quiere señalarse con ciertas cosas. Sin embargo, ninguno de nosotros está libre de pesadumbres, en forma de arrepentimientos, remordimientos, sentimientos de culpa, frustraciones y preocupaciones cotidianas y de alguna forma, tienen su reflejo en los lares virtuales.

Si por lo general expresas libremente tu punto de vista, corres el riesgo de ser malinterpretado y si eres excesivamente vehemente en alguna crítica u opinión, puede que alguien decida castigarte sin likes o deje simplemente de seguirte. Ya sabemos que la calidad de una publicación no es mesurable por el número de likes, pero...¿ a quién le importa la calidad? Fijaros al nivel de estupidez que hemos llegado y hasta que punto un medio como facebook, incrementa la susceptibilidad de las personas.

No se trata pues, de reflejar en la red nuestros humanos sentimientos, tampoco de mostrar lo maravillosa e ideal que es nuestra vida, tampoco nuestras negatividades, los problemas que nos aquejan, no se trata de convertir este espacio lúdico, de divertimento y distracción, en un valle de lágrimas, tampoco en un lugar para lamer públicamente las heridas, porque es evidente que nuestras cuitas, nuestros más recónditos pesares e inquietudes, los trasladamos a quienes podemos mirar a los ojos, a quienes son capaces de prestarnos sus cinco sentidos, a aquellas personas que realmente son nuestros verdaderos amigos, a nuestros seres queridos, con los que realmente compartimos la vida y los momentos, en las distancias cortas. Debería ser así, pero sabemos que cada vez es menos, que ya la gente vive y pregona sus estados anímicos, sus amoríos y sus desvaríos en las redes, y poco falta para que terminen abandonando su vida real, para entregarse a la de la red, un paraíso artificial.
A veces, me gustaría tener cerca a más de un amigo y amiga virtual, que bien la lejanía u otras circunstancias han hecho imposible, de momento, debatir, platicar, dialogar, cara a cara, haciendo que esta ilusión tenga al fin, una utilidad realmente práctica.
Brindo por ello.