viernes, 25 de abril de 2014

Amor en las antípodas o distopías



Se citaron cerca del puente de los amantes, al atardecer de un día de invierno. 
Iban con lo puesto, abrigados.
La mujer tenía ojeras y los ojos vidriosos e hinchados. El apareció un rato antes, aguardaba la llegada de Sonia sentado en los bancos del parque próximo.

Apareció ella, ya con el sol hundiéndose por el oeste, en una tarde fría y nubosa. 

Le preguntó como había dormido, ella contestó con un escueto adjetivo que sonó muy apagado : 
"mal".

Hizo amago de acercarse a ella e intentó abrazarla, pero ella se apartó tímida, recelosa, haciendo casi, una cobra tan rápida como instintiva. 

- Te quiero.... dijo él mientras ella callaba....
¿ Por qué callas? Preguntó él.

- No tengo ganas de hablar.

La noche anterior, los whatsapp echaron humo y el último mensaje, fue la indicación de la cita bajo el Puente de los Amantes, pero antes hubo otros mensajes, los últimos antes de esa última cita.

¿Cuándo te vas? ¿Lo has pensado bien? Preguntó ella, con un nudo en el estómago. Ese día, Sonia dormía en casa de sus padres, 

Él le dijo que en dos días y que ya estaba decidido a marcharse, ella sintió un vértigo, una extraña sensación muy próxima al miedo, con el móvil sujeto a su mano izquierda y con la pantalla enfilada a sus ojos, se quedó como petrificada. 
El artilugio inteligente le pesaba una tonelada, empezó a verlo borroso, lo tiró encima de su cama.
Se levantó para echarse agua fría en su rostro, para coger aire, para zafarse con el movimiento, de una especie de parálisis, que la atenazaba.

Volvió a su cama mirando como el celular parpadeaba con luces verdes sobre la cama y él la interrogaba escribiendo :   ¿Estás ahí....?  ¿Te puedo llamar....? Contesta Sonia...

Sonia escribió:   - No me llames, es muy tarde, no quiero hablar por teléfono, no me apetece, mis padres duermen ya. Pero Sonia quería hablar, no tenía fuerzas para hacerlo, ni espíritu, algo la anulaba.

- Mañana quedamos donde siempre a las 18.00, ella contestó después de unos segundos, que a Bruno le parecieron horas, con un simple ok.

Bajo el Puente de los Amantes, los adoquines estaban helados y húmedos, Sonia llegó con paso contenido y encendió un cigarro mientras él la miraba esperando oír algo más allá del escueto adjetivo de modo que ella había empleado.

Sonia no hablaba, lo miraba mientras fumaba y expulsaba un humo denso desde su boca, que la humedad, las luces de las farolas y la noche entrante, vistió de azul.

Salgo mañana al amanecer, dijo él en un tono muy bajo, en tanto ella tiraba ya el cigarrillo por la mitad.

- Espero que te vaya bien. acertó a balbucear ella, sin demasiada convicción.

- Me esperarás? En seis meses, estaré de vuelta.

- No lo sé, es mucho tiempo.

- Pero tu me dijiste que siempre estaríamos juntos...

- Era un condicional, es evidente que no, ahora te vas por tiempo indefinido...

Bruno le contó que le escribiría por correo electrónico, cada vez que pudiera.
Donde iba, su celular no tendría cobertura, o la tendría a ratos, llamar sería muy caro y los horarios serían dispares. 
Ella le reprochó que parecía estar cómodo con la situación de incomunicación que iba a tener en adelante. 

- No Sonia, ojalá pudiera llamarte cada día ¿Por qué dices eso?.

- No quiero que me llames cada día, respondió ella, secamente.

Comenzó a llorar y él la abrazó, se acercó a su oído y le susurró que no se preocupara, que encontraría una solución.

Se despidieron con un largo beso y un abrazo, se fue ella primero con paso decidido mientras él observaba difuminarse entre las sombras de la noche y del frío, la figura de Sonia, entre las calles de la ciudad, camino a su casa.

Bruno fue para la suya algo apesadumbrado y preparó su maleta, su avión salía temprano al día siguiente.

Un último whatsapp antes de montarse en el avión, rumbo a las antípodas...

- Te echaré de menos, cuídate. Te quiero...

- Tu también Bruno... 

Cuando llegó el primer correo desde la partida de Bruno, habían pasado diez largos días, que a Sonia, le parecieron semanas

" Sonia, siento no haberte escrito antes, estoy en el Desierto de Gibson, no tengo mucho tiempo, estoy bien, te quiero, por favor, escríbeme, espero tus letras"

Sonia no contestó el mensaje y pasaron cuatro días y enfilando el quinto, Sonia, recibió nuevas noticias de Bruno.

"Estoy bien Sonia, me acuerdo mucho de ti, no podré volverte a escribir hasta dentro de quince días, muchos besos"

En su oficina, ella comenzó a redactar su primer correo electrónico a Bruno ...

"Hola Bruno, sé que tienes poco tiempo para escribirme, no te preocupes, quiero pedirte perdón por no haberte dado más besos, por no haberte dicho cuánto te quería y te quiero. Intento ser breve.
Recuerdo cada día nuestra última cita y me reprocho constantemente no haber sido capaz de atraparte entre mis brazos, no como la última noche, sino como las anteriores que disfrutábamos hasta la madrugada. Todo está bien, sigo esperándote".

Sonia salió al pasillo a fumar, volvió y salió de su editor de textos y del correo y se puso a trabajar con ganas. No estaba dispuesta a que Bruno estuviera en su cabeza más tiempo del que le dedicaba cada día, aunque por alguna extraña razón, ocurría todo lo contrario.

Pasados 9 días, Bruno pudo acceder a la red que le permitía actualizar su correo y se dispuso a hacerlo con mezcla de temor e intriga. No quería tener que contestar a un mensaje de Sonia, precisamente, cuando el día antes le habían designado un nuevo destino en la zona más perdida del paraje arenoso de Gibson, en el más abrupto e intrincado Trópico de Capricornio, para construir una enorme carretera que permitiese posteriormente llevar la infraestructura necesaria para un gaseoducto. 
Meditó durante toda la noche tras la cena, fatigado tras un día de duro trabajo, bajo un ambiente extremadamente caluroso. Con unos grados menos por la acción de la noche, mirando desde la ventanilla de su jeep, las colosales ruedas del megatruck que le precedía, pensó en cómo iba a contarle a Sonia que no iba a volver ni en seis meses, que su ausencia era para mucho más tiempo, que no podría ni tendría ocasión más que para mandarle apresurados telegramas en forma de correo electrónico.

"Sonia, estoy bien, debes olvidar que nos hemos conocido hace un mes, debes imaginar que lo nuestro fue un accidente, un bello accidente y que no puedes esperar...."

No, no, eso no valía, guardó el conato de correo en su borrador, lo descartó, empezó a escribir otra carta, no tenía tiempo, le dolía pensar en ello, lo pospuso durante días, semanas, meses, no abrió su correo, se concentró en su trabajo...

Decidió olvidar la carta y recordar a Sonia, el largo mes que estuvo con ella, sus ojos, su cuerpo, sus cabellos se citaban cada noche en los sueños e imaginaciones de Bruno, mientras Sonia hizo también lo propio, al cabo de unos meses sin noticias de Bruno, dejó de escribirle, pero no dejó de pensar en él, como el primer día que se fue, hacia ya ocho meses. Dejaron de mirar sus correos, intentaron vivir su vida.

Pero a miles de kilómetros los dos secretamente se imaginaban y pensaban cada noche y un día volvió Bruno sin decir nada y cuando llegó al aeropuerto, le dio instrucciones al taxista para que le llevara al Puente de los Amantes, esperó hasta el anochecer del otoño y Sonia no apareció aquel día, volvió al día siguiente antes al mismo puente y tampoco apareció. 
Tardo un tiempo en enterarse que Sonia se había ido a otra ciudad por una amiga común  y que no volvería hasta las fiestas de navidad. Curiosamente el se marchaba en esas fechas de nuevo.

Pasó mucho tiempo y ya no volvieron a verse más y aquel amor que parecía indestructible, se quebró como las ramas de un árbol azotado por un huracán, se disipó entre bytes oxidados y memorias infieles, se rompió como se rompen las cosas que apreciamos, para conseguir otras que también terminan rompiéndose.