viernes, 11 de julio de 2014

Oh tempora!!!

La dependencia tecnológica es una constante de estos tiempos. 
Hemos introducido hábitos en el día a día actual que eran impensables hace diez o quince años. La ubicomunicación, la internet, la matrix que nos tiene atados a todos, en mayor o menor medida. Todo no está ya en los libros como decía un filósofo del siglo pasado, ahora todo está en internet, que tiene todos esos libros y nuestras vidas. Hemos aceptado las reglas, hemos firmado un contrato virtual que nos une casi de forma indisoluble, con esta enmarañada red, que cada cierto tiempo nos entretiene con tecnologías en boga, los sms se quedaron olvidados como un viejo recurso destinado a comunicaciones de compañías que no se atreven aún a enviarte whatsapp, compañías que te machacan con spams reiterativos que no te interesan en tu bandeja de entrada del gmail, del yahoo y del hotmail. Somos carne fresca que enseña sin ningún pudor su genero en forma de pensamiento, ideas, gustos y preferencias, audiovisualmente, gráficamente, por palabras, por textos, por comentarios, somos voceras gratuitos, prestidigitadores que buscan aplausos o adeptos, hemos descubierto un nuevo juego que nos permite comunicarnos con quienes queremos, hemos encontrado nuestro púlpito, nuestro espacio. Precisamos comunicar para sentir que estamos vivos y que esto no es un sueño o una pesadilla, que se repite con la insistencia de un boomerang. Somos actores de primera y segunda fila y voyeurs dispuestos a seguir realizando el rol para el que hemos sido preparados o para aquel que estamos dispuestos. Si no lo haces aquí, lo harás en cualquier otro lugar virtual, en tu correo, en tus búsquedas de google, en las cookies que controlan tu navegación, el porcentaje de internautas que bloquean las cookies. las galletas informáticas que te extraen tus hábitos de navegación, esas que saben lo que te interesa, lo que pueden ofrecerte, deben ser testimoniales, somos analfabetos tecnológicos la gran mayoría. Se nutren de nuestra simpleza. Descargamos aplicaciones cuyo modus operandi desconocemos, en nuestro teléfono inteligente, de forma gratuita, pensando que nos sale gratis, pero no te sale gratis, les estás ofreciendo en su bandeja tu vida, o al menos la parte de tu vida que a ellos les interesa. La realidad cotidiana se ha impregnado de lo virtual como una especie de parásito que nos extrae información que se vende al mejor postor. Les enseñamos cada parámetro que les interesa, las simpatías y antipatías, los likes, les decimos lo que nos gusta, saben lo que no nos interesa, lo que denigramos, lo saben todo de nosotros. Y frente a esto, tienes dos opciones, aceptas las reglas del juego o pones el interruptor de todo en modo off.



Oh tempora...