jueves, 29 de mayo de 2014

Políticamente incorrecto


Resulta que sus señorías se ponen alteradas, que los pertenecientes a la cosa suya, para ellos; cosa nostra, despotrican contra la irrupción de nuevas opciones políticas que tachan directamente de bolivarianas, fascistas, frikis, iluminados, raritos y/o terroristas, como si ellos tuvieran en exclusiva el dogma de la democracia, como si ellos fueran un espejo en el que mirarnos, como si hubieran predicado con el ejemplo del buen hacer, de la excelencia en la gestión de lo público.
Y alientan sus señorías desde sus atalayas y poltronas a sus fieles seguidores, a sus devotos votantes, a sus miembros más acérrimos, a concatenar y expandir sus argumentos, a darles fuelle, a viralizar en las redes y en los medios, la descalificación por sistema y tildar a los nuevos partidos y a las figuras que los representan, tras haber ganado peso específico, con toda clase de adjetivos generalistas y oportunistas, con etiquetas peyorativas, y puede que lleven razón, no los voten si les asustan, pero el juego de la democracia no era defender ideas? ¿Y qué son las ideas? ¿Y qué es la democracia? Conceptos inventados por el hombre, igual que la política. ¿Acaso la política solo sirve en este país para defender a unos pocos contra unos muchos? ¿Tendremos que terminar todos diciendo que vivíamos mejor con Franco y contra Franco? ¿Tendremos que estudiar la figura del Sr. X para darnos cuenta que es un bocazas que solo se lame su trasero y que decía ser socialista cuando solo es un socio listo? Un bocazas que solo defiende su status y sus innumerables cargos. O tal vez leer los discursos del Sr. A, otro pluriempleado y pluripagado y pluripremiado como toda la lista de ministros, congresistas, diputados, senadores, asesores, gentes con carné del partido tal y del partido pascual, que no conocen el problema del desahucio, ni del desempleo, ni de la exclusión, ni de la educación, ni de la sanidad y les importa un bledo, porque tienen sus garbanzos asegurados y sus cotizaciones repuntan al alza. Pues imagino también como ciudadano que soy, cada vez con menos optimismo, que entre los votantes de A y B, hay muchos cabreados, muchos incómodos, muchos descontentos, muchos que se sienten traicionados, porque todos tenemos sentido de la justicia, todos tenemos nuestros propios ideales y todos son respetables, todos a veces podemos salir de una secta que nos atrapa y que no nos permite pensar con claridad ni objetividad.
Y ha tenido que ocurrir esto para darnos cuenta que la política de estos últimos años, solo es mamandurria y desgaste del adversario para medrar los acólitos de tal facción sin menoscabo de la otra, para que haya juego y alternancia. 
Si hay muchos que quieran comer de la tarta, la tarta se termina antes, es más, la tarta corre peligro de quemarse en el horno.
Y digo yo, como simple ciudadano que soy, que a lo mejor sus señorías, siendo tan listos y conociendo tan bien las entrañas del poder al que llevan aferrados tanto tiempo, no preveían que esto podía pasar, que surgiera el populismo, ese al que tanto temen pero tanto utilizan en sus huecos discursos.
Y así a lo mejor, sus señorías que empiezan a ver como retroceden y cercenan sus tentáculos de poder, toman nota y comienzan a actuar en consecuencia y luchan por atajar desmanes y eliminan a tanto parásito y mueven de sus mullidos asientos a tanto asesor inútil, a tanta morralla que solo busca enriquecerse, a tanto ministro figurante y monigote, a tanto mentiroso compulsivo, a lo mejor sus señorías toman nota y empiezan a preocuparse por la población no como electores, si no como ciudadanos que tienen derechos a la información, a la transparencia, a la igualdad de oportunidades, a ver si de este modo, sus señorías caen en la cuenta que los ciudadanos desean y necesitan imperiosamente unos políticos íntegros, sin sombra de sospecha, unos políticos al servicio de los ciudadanos, no de los lobbys de poder económico o territorialistas.
A lo mejor sus señorías se dan cuenta que ya llevan demasiado tiempo en el poder y esto ha desgastado su discurso y solo hay que ver los resultados y el cabreo y descontento monumental de una población mayoritaria, hastiada y desorientada, descreída y desilusionada. A lo mejor sus señorías caen en la cuenta que deben dar un giro de 180 grados y hacer lo que realmente prometieron a su amada y pisoteada constitución, a sus bien amados electores.

Ah no, creo que no, que sus señorías buscan ahora un gran pacto de estado entre liberales y moderados, o entre republicanos y demócratas, o entre gente de izquierda y de derecha mayormente votadas, pongan la etiqueta que quieran sus señorías... 
Así el país no irá a mejor, pero al menos, sus señorías estarán seguras que no perderán sus privilegios, cada vez más en entredicho, cada vez más en la cuerda floja. 
Si esto no es sectarismo integral, es el gran trust de la política, de la política rancia que estamos viviendo. Salud.

martes, 27 de mayo de 2014

Las inquietudes de Horacio Boluder



Citando a San Francisco de Sales, su vieja enemiga o amiga, a estas alturas no lo sabía bien, le tecleó a más de 400 kilómetros de allí ;  
"Se aprende a hablar, hablando. A estudiar, estudiando.  A trabajar, trabajando. De igual forma se aprende a amar, amando".

Aunque ella no veía su cara, él empezaba ya a teclear mecánicamente, para finalizar oscilando su cabeza buscando una concentración esquiva y corroborando su estupefacción, enviando un emoticono, con gesto avergonzado.

Su amiga que le conocía de años atrás y de interminables noches de chateo compulsivo, sabía que Horacio Boluder no se tomaría a la ligera aquella cita tan simple como desestabilizadora. Horacio era susceptible.

Cuando no tienes réplica instantánea posible, lo mejor es callar, tragar saliva, sonreír... Eso hizo, de hecho el sabía que como mejor se aprende algo es callando, si no tienes el don de la retórica instantánea y aunque no era este el caso de Horacio Boluder, a veces se mordía la lengua, contenía la respiración, se obligaba a sopesar su inclinación natural a responder como una ametralladora a ráfagas, sin vacilación, a quemarropa, hecho que le había propiciado disgustos innecesarios y prescindibles.

A fuerza de errar, de equivocarse, de probar, de volver a errar, de volver a probar, de variar por poco, de variar por mucho, había terminado aprendiendo que se consigue más con el silencio que con la mejor de las retóricas, que el fondo del estanque termina viéndose en todo su esplendor cristalino, cuando las ondas sinuosas del agua cambiante, se han calmado y disipado.

Saber esto no era óbice para infringir el axioma que tanto le había costado aprender. 
El silencio, llave de un conocimiento que se le escapaba, por la vehemencia de patearlo de forma impulsiva en el deseo de justificar, de compartir con su propia conciencia de las cosas, en un venerable propósito, anulado siempre por una predisposición incurable y casi enfermiza, cuyo desenlace era a menudo, una polémica infructuosa, un laberinto sin salida, un coitus interruptus, un guiño sensual, una invitación a hablar sin tapujos sobre cualquier tema por extraño que fuese, un vis a vis electrónico y lejano que terminaba convirtiéndose en algo casi íntimo y cálido, un sucedáneo del amor carnal, una reinvención necesaria adaptada a su momento.

Debía poner en práctica algunos gerundios reiteradamente postergados, algunos gerundios sobre los que no tenía ya el control o lo perdió años atrás. 
Callando, callando... Se repetía el gerundio pero no era capaz de callar, mucho menos era capaz de abandonar el hábito de la escritura que le perseguía como una especie de llamada interior, una catarsis, una liberación, un desahogo, un intento de ordenar su mente, de establecer una disciplina al desorden del vaivén continuo de su adictivo cerebro. Una práctica que le hacía sentir cómodo enlazando palabras en armonía, construyendo frases y pensamientos, historias reales e inventadas, ficciones y ensoñaciones. Cada historia pergeñada por Boluder destilaba esencias oníricas e imágenes interpoladas de la realidad y la ficción.. Distinguía aún cada ensoñación de cada realidad, pero era cuestión de tiempo que ambas confluyeran un buen día para atraparle en la creación desmedida que deseaba, desde la primera vez que se sentó frente a un papel en blanco. Las musas ya no eran sus enemigas, empezaron a apreciarlo quizás atraídas por su ingenuidad.

Exprimiendo en la razón de ser, de tan inútil como huero ejercicio, pensó que aún seguía ensimismado en soñar, actividad lúdica y vital que aprendió soñando cada día, que soñar era lo que mejor hacía y de lejos lo que más satisfacciones le reportaba, ingeniando las formas y las construcciones como puzzles en que los sueños, acababan convertidos en palabras. Su mundo onírico tenía una continuación en el reflejo escrito.

Entonces pensó que Laura tal vez sólo quiso decirle eso, que no era más que un soñador, un soñador contumaz que aún no había aprendido a amar, que aún no había aprendido a hacer cosas que requerían el esfuerzo de la voluntad, de la predisposición, de la razón vital que mueve a otras personas a convertirse en un profesional de algo o en un amante, amante de veras. Tal vez Horacio Boluder era sólo un tipo que estaba estudiando, viviendo, arrastrando su existencia, sin saberlo, para amar, su bagaje final era el amor y él lo ignoraba. Así pues... ¿Por qué razón Laura, le había dicho que para aprender a amar, debía experimentar amor?  Un raro vértigo, un pensamiento doloroso le golpeó su cerebro, en la idea que Laura, le había señalado simple, lisa y llanamente, que él no estaba preparado para amar porque no había amado, que él no podía amar entonces porque había amado muy poco o no lo suficiente, y encogió sus hombros y repasó su pasado. Ahhh... sí, recordaba la pasión que había sentido con cada una de las chicas, muchachas y mujeres que había amado en cada período de su vida, recordaba el primer beso de una chica adolescente siendo él mismo adolescente, hizo una introspección más remota para rememorar su amor en la niñez, recordó los juegos inocentes del amor en verano, la primera decepción, recordó su primavera del amor, cada nudo en el estómago que había sentido, cada uno de sus escarceos y flirteos cuando ya era un consumado y experto amante, la piel erizada de deseo, sus piernas temblando ante la emoción del encuentro clandestino cuando era un inexperto amante, recordaba la sonrisa y los rostros de cada una de sus amores, sus pupilas dilatadas, el tacto de cada una de las pieles, el olor de sus cabellos, de su piel y de sus adentros, los ojos sumisos, los ojos destellando ternura, las miradas gélidas del olvido, el dolor de la pérdida, las lágrimas por quienes se alejaron, los reencuentros, los enfados, las reconciliaciones, la ruptura, vuelta a empezar, dolor, reinicio, reprogramación, tirada de toalla, evasión, amores casuales y causales... Recordó que bello era volverse a enamorar y lo especial que uno se sentía cada vez que sucumbía al sentimiento del que estaba enamorado; el amor.

Ahora Horacio Boluder se preguntaba si aquello había sido amor o sólo una búsqueda de algo que aún no había llegado, algo importante que estaba por llegar. 

Qué difícil le resultaba callar, estar callado, dejar de trasladar aquellas impresiones por escrito a Laura con quien nunca había hablado de ello, respirar hondo y conceder la importancia justa a aquella cita lapidaria del santo de un pasado muy remoto y no por ello menos cierto, con que su amiga le había regalado.

Imaginó en otro orden de cosas, ajeno a la piedra catapultada que le había lanzado Laura o quizás en clara relación con ella, cuán difícil era responder con una sonrisa a cada provocación, qué difícil era ser digno tratando con gusanos o víboras, que complicado ceder ante la soberbia deforme de los espejos, ante la sobradez y la altivez de quienes se creen superiores sin serlo, ante la suerte y la fortuna desiguales, ante los designios extraños del destino, ante el despertar de cada día en el mismo lugar sin variaciones durante meses y años, qué enormidad de roca tarpeya escalada a diario, qué misión tan ingrata sucumbir ante la insolidaridad de los acomodados y aceptar sus juicios fáciles, sus tópicos sobre la existencia, sobre el amor que desconocen y dicen experimentar, qué pereza enorme reinventarse cada día, tirar flotadores al naufragio que uno mismo y el inexorable tiempo hacen de ti lo que eres, sin quererlo, ni comerlo ni beberlo y ahora caer en la cuenta, que aún no has conocido el amor, que tal vez nunca amaste, que sólo estabas enamorado de la idea del amor, que únicamente quisiste con todos tus sentidos, pero no llegaste al cenit, a eso que llaman amor.

Oh Horacio Boluder y qué jodidamente duro asumir que un reloj marca impasible y por su cuenta, ajeno a demoras y retrasos, un tiempo que ya no es tuyo, que corre en tu contra y en tu cuenta atrás y te lleva al inicio de otra decena de años, esa decena en la que pierdes para siempre ya sin asomo de recuperación, tu preciada, amada y loada; juventud. 

Horacio, qué jodienda asumir que tus años se cuentan por decenas y tus sueños son intemporales, por eso te empeñas en seguir escarbando en ellos, ya sea dormido o despierto.

Dos días más tarde de la conversación con Laura, Horacio Boluder llenó de combustible su abollado coche y se presentó en la ciudad donde Laura vivía, sin avisarla, sin haberle escrito previamente... Pero eso es otra historia.

martes, 6 de mayo de 2014

Pequeñas tragedias cotidianas



Perder el móvil, la cartera, los papeles, las tarjetas bancarias, los documentos de identidad, las tarjetas de crédito de distintas compañías, el permiso de conducir, se dan con tanta normalidad, como el efecto de perplejidad, de contrariedad, inherente a tal eventualidad.

Desarmándonos, incordiándonos, llevándonos a un terreno tan jodido de atravesar como desesperante a veces, los departamentos de atención al cliente no hablan tu idioma, la página web te dice que te registres para poder quejarte, tienes que hacer una declaración jurada, ir al cuartel, al banco, al  cuartel, a la policía, al ayuntamiento, llamar a líneas 902 o 900, buscar una solución momentánea, hasta que volvemos a la normalidad secuestrada por el accidente de la pérdida o la sustracción. Aquí entran en juego habilidades en el manejo de este tipo de situaciones, de forma que puedes ahorrarte algunos pasos inútiles e innecesarios o por el contrario se puede convertir en un vía crucis, en donde puedes terminar asqueado de la burocracia y de la tecnocracia imperante, constatando cuán esclavos somos, de las cosas insignificantes que nos identifican a nosotros mismos con el entorno.

- Eh, es que he perdido todos mis contactos, el móvil estaba lleno de fotos, era mi agenda personal, ahí estaban mis cosas personales, estaba contento con él, hacía su trabajo, sólo me pedía cargar su batería. Ahhh, además tenía ahí todos mis contactos de trabajo.

- No sabes como te comprendo, me paso lo mismo hace dos o tres años, pero piensas para ti:
“ Pero si no te llaman machote, pero si hace dos años que no trabajas, nadie se acuerda de ti para trabajar, tu móvil pita con los correos del operador telefónico, de las compañías que gestionan los servicios que tu usas y pagas a precio de oro; luz, gas, agua, el mismo internet… Sólo te llegan facturas y correos basuras”

Te han robado tu cartera, con tu dni, el dni de tus hijos, el carnet del polideportivo, el del gimnasio, el carnet de estudiante universitario, la tarjeta del carrefour y del día, la del corte inglés, la de zara, los cupones y sorteos de loterías variadas que aún ni habías comprobado, esos que nunca tuvieron otro premio que algún reintegro aislado con lo mínimo despachable.

A la angustia que te sobreviene por la pérdida de la cadena que te mantiene en contacto con la realidad o la cotidianidad, que viene a ser lo mismo, la misma que casi nos iguala a todos, sea un artefacto o una cartera llena de tarjetas de plástico y algún dinero, unimos el miedo y la duda sobre el uso que puedan dar a nuestras extensiones, no de cabellos, extensiones de nosotros mismos, el móvil con su agenda repleto de contactos de los cuales únicamente te llaman 4 o 5 a lo sumo; tu hermana, tu padre, tu madre, tu amigo para beber cervezas o para salir de fiesta o el pesado de turno que te bombardea a whatsapps en cualquier grupo que tienes que silenciar desde el minuto cero. La inmediatez nos ha absorbido sin darnos cuenta y el afán por tenerlo todo controlado y estar on, es moneda corriente. No podemos imaginar una vida sin móvil, sin cartera no pasa nada, por lo general, está vacía. Pero si se te pierde, tendrás que pasar el quinario relatado antes.

Estamos presos de la tecnología, no sabemos vivir sin ella y convivimos con ella rozando límites patológicos. Y así acatamos como cosa cierta e ineludible, la ruptura de cualquier relación sentimental, o ponemos parches que arreglan pinchazos que vuelven a repetirse, desechando nuevas versiones de software o actualizaciones que no sirven para nada en los asuntos del corazón, podemos cambiar de pareja cada cierto tiempo tan fácil como de móvil o de calcetines, los sentimientos se mueren, se atascan, se transforman, pero nuestro dispositivo móvil y nuestros papeles, documentos y tarjetas, deben estar plenamente operativos, sin ellos, perdemos la conexión a esta extraña realidad que nos ha sido dada hace apenas diez años y a la que casi todos hemos terminado sucumbiendo.

En breve nos implantarán un chip para saber no sólo lo que pasa en nuestro exterior, también en nuestro interior, harán de nuestro cuerpo un objeto de estudio y consumo al servicio de las corporaciones de siempre y acabaremos aceptándolo con la misma supuesta naturalidad forzada que llevamos aceptando esta globalización tecnológica que parece comunicarnos a todos, en un inmenso espejo de vanidades, con reflejos deformes y palabras prostituidas, una inmensa maraña o telaraña llena de conexiones inútiles, de contactos baldíos, en la que a veces ocurren cosas extraordinarias, de repente alguien que está en tus antípodas, puede incluso comprenderte, o cuando menos, tacharte de loco y ser loco en estos tiempos, no es nada extraño, es más, es hasta una especie de suerte.