Le presentaron tres pastillas; una azul, una verde y una roja.
La
azul le mantendría en la inopia, en la feliz ignorancia, calmado y sin
preocupaciones, un árbol feliz echando raíces. La verde le
proporcionaría conocimientos, sabiduría, pero todo desde la inacción.
Por último la roja aunaba a las propiedades de la verde, la acción.
Quien tomara ésta última se convertiría en un líder, en un gurú, en
alguien capaz de transformar el mundo, de cambiarlo. No sabía muy bien
por qué lo habían elegido a él, y por
qué razón le habían detallado con tanta precisión las propiedades de
cada pastilla. Adán tomó las tres a la vez, a priori las encontró
interesantes, y su presentador se quedó estupefacto con aquella
decisión.
Y así anda Adán desde entonces, a caballo entre tres mundos
distintos, un poco como todos los que llegamos después...
No eran manzanas, eran pastillas...
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