martes, 9 de enero de 2018

Vejaciones made in Hollywood

Hollywood, la meca de la ficción, la fábrica de los sueños, ha puesto sobre el tapete el problema del acoso, la humillación y la vejación que sufren los más débiles y desvalidos a manos de los pseudodioses o diosecillos del celuloide. 
 
El famoso productor Weinstein se lleva la palma, con una lista interminable de denuncias por acosos y abusos sexuales y parece ostentar el dudoso honor de ser el primero, el caso más paradigmático de una larga lista que se avecina, de otros que actuaron de forma parecida, aunque todos sabemos que esto es viejo como el barro y que estas cosas no se dan únicamente en la meca del cine. 
 
El abuso de poder del hombre sobre la mujer y del fuerte sobre el débil se ha dado siempre y ha sido silenciado, consentido y aguantado estoicamente, a lo largo de los siglos, por diferentes motivos y razones.
 
Así han saltado a la palestra Kevin Spacey y Dustin Hoffman entre otros, el primero acosando y abusando de tiernos y no tan tiernos infantes y el segundo haciendo lo propio con una nada desdeñable lista de mujeres con las que compartió protagonismo en famosísimas películas. 
 
Los próximos meses saltarán muchos escándalos más una vez que la mecha se ha iniciado. 
 
El escándalo ha convertido a estos genios de la interpretación, en ídolos caídos en desgracia y en muchos casos, la connivencia o aceptación tácita de su infinidad de víctimas, fuera por conveniencia propia o por temor a represalias, caso de Meryl Streep, no ha hecho otra cosa que magnificar el problema. 
 
Una vejación es una vejación, no es comparable a otra, pero como en todo, hay muchos grados de humillación y el sufrimiento no es mesurable. Estamos hablando de personas con un status de vida muy elevado, quizás ese status, tristemente en muchos casos, haya determinado o impuesto el silencio. 
 
Por un momento pensemos en casos más cotidianos y cercanos, dejemos Hollywood y pensemos en personas de nuestro propio país, en personas con trabajos mal o normalmente pagados y remunerados, que encima han de aguantar a seres detestables que a diario las ponen en situaciones vejatorias.
 
Pensemos en esos individuos despreciables y casposos que tratan a las mujeres o a sus subordinados, como mercancías y que sirviéndose de su pequeña parcela de poder, denigran y fuerzan a obtener favores personales o sexuales mediante coacción o chantaje. 
Pensemos también en quienes alientan el mercadeo de su propio cuerpo para obtener cualquier fin. Parece que esto hubiera existido siempre.
 
Desgraciadamente no es una película, ocurre y se silencia en estos casos por temor; miedo al despido, miedo a dejar de ingresar, miedo a no prosperar...

De la fábrica de mentiras ha salido al fin una verdad, han filtrado que los poderosos abusan de los débiles, que hay depredadores sexuales y explotadores de la condición humana, que en su meca, ya lo van a tener muy improbable para llevar a cabo impunemente sus aborrecibles acciones.
 
Y puede que esto sea realmente lo que nos identifica, nuestra condición humana está marcada por la supuesta superioridad moral de unos individuos sobre otros y esa errónea idea, es un problema atribuible, a una educación exenta de valores igualitarios y solidarios.

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